la suerte contraria
La gran obra de mi generación
Creen que vivir bien es lo normal, lo natural, una especie de lotería que les ha tocado y que les corresponde
El muro, la muralla, las paredes (3/12/2023)
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Iniciar sesiónEs sabido que la primera generación crea la empresa, la segunda la disfruta y la tercera la dilapida. Este patrón no esconde una condena metafísica sino una dinámica con sentido: la segunda generación ha visto físicamente a la primera crear la empresa de la nada ... y, por ello, lo respeta. Conoce las malas noches, las bocas secas, el trabajo a destajo. Ha visto a los abuelos darlo todo, dedicar su vida a levantar un negocio viable y, por ello, es consciente de que hubo un momento en el que no existía nada. Han visto el trayecto con sus ojos, han recorrido el camino y saben que ni la empresa ha existido siempre ni ha surgido de un conjuro. Saben que todo ha salido de los riñones de sus padres. Que la riqueza se crea y aún recuerdan haber sufrido en primera persona las ausencias en casa, las ojeras malvas y el sacrificio más generoso del mundo, que es consagrar tu vida –es decir, todo lo que eres y, peor aún, todo lo que podrías haber llegado a ser– a tu sangre. Y solo por amor.
Pero la tercera generación no ha visto el campo vacío. Han oído la mitología familiar, pero no han visto el hambre. Y por ello se enfrentan a la leyenda de los abuelos sabiendo cómo acaba la historia, lo que hace de la realidad una rama de la literatura fantástica: Frodo, Han Solo, el abuelo. Solo han visto el dinero, la comodidad y el resultado del sueño de los primeros. Conocen los efectos, pero no las causas. Y como no las conocen, creen que vivir bien es lo normal, lo natural, una especie de lotería que les ha tocado y –peor aún– que les corresponde. Y se entregan a las consecuencias, a las escapadas en cada puente, a las vacaciones en el sureste asiático y a ese desparpajo que tiene el nuevo rico cuando sale de casa. Cuando se 'tiene' sin 'ser' es cuestión de tiempo que todo se vaya al carajo. Porque no lo mereces. No has producido el valor del que disfrutas. Ni has sufrido en el proceso.
Nuestra democracia se enfrenta a la tercera generación. La primera empieza a faltar y la segunda no sabemos defenderla. No estamos siendo capaces de explicar a la tercera que la democracia, la paz, la prosperidad y el progreso no son lo normal en nuestra historia sino apenas una anécdota, una excepción, un sueño hecho realidad. Vivir en una democracia liberal, en una economía de mercado y siendo miembros de una Europa unida y en paz no es algo que nos haya caído del cielo o que merezcan por el hecho de ser quienes son. Esto es un milisegundo de fortuna y les ha tocado a ellos vivirla. Pero no se sienten tan afortunados como deberían ni agradecidos a sus abuelos por su ingente obra.
Por eso no la defienden, no sienten el miedo ni muestran más preocupación que dar 'like' a su populismo favorito. A pesar de las colas, de la felicidad navideña y de esta placidez que observamos en las calles, la democracia está hoy en serio peligro. Hacer ver a nuestros hijos que si no hay estado de derecho vamos a perderlo todo es la gran obra de mi generación. Y tengo la sensación de que estamos fracasando.
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