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Ruido blanco

Madre sierra

Este verano de incendios es un crematorio rural, premonición cruel del final de nuestros pueblos

Jorge Francés

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Maternal y protectora la Sierra de Béjar es una mujer recostada sobre castañares y robledales. Desde niño solo su imponente silueta es serenidad y cobijo, verla aparecer cada vez que regreso al lugar donde guardamos los recuerdos supone dejarse caer en un regazo conocido. En ... esta sierra termina Gredos y la dehesa charra al adentrarse en los canchales ya suena con acento extremeño. Lo más al sur del norte y lo más al norte de sur. Para mí Béjar, además de mis raíces genealógicas, es esencialmente su sierra. A sus tobillos, en una finca familiar resguardada por un puente y muchos chopos, he visto pasar sin excepción todos los veranos. Sabría dibujar cómo recorta el bosque este irrepetible trozo de cielo y a veces con la modorra de la siesta o la mística de las últimas luces creo ver y escuchar las voces y los pasos alegres de los que ya se fueron. Este fue siempre un terreno amable, de cumpleaños, paellas y piscina. Las desgracias se lloraron unos kilómetros más lejos.

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