EN OBSERVACIÓN
Tindaya-Chillida, Cuelgamuros-Sánchez
De la intervención artística al intervencionismo político
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Iniciar sesiónEduardo Chillida se murió con el disgusto de no ver taladrada la montaña de Tindaya, que pretendía vaciar para que en su interior entrase la luz, 'land art' del bueno como megalómana y paradójica expresión de la insignificancia humana ante lo que cada cual quisiera ... pensar o creer, gótico cúbico para verse por dentro mirando hacia arriba. Tras programar una 'performance' en el Valle de los Caídos –el segundo entierro de Franco, de inspiración zaj (acción del 19 de noviembre de 1964)–, Sánchez sube el listón del conceptualismo y sin moverse del sitio apunta ahora a la intervención artística: intervenir el TC, intervenir el CIS, intervenir Telefónica, intervenir la Fiscalía, intervenir TVE, intervenir la RAE, , intervenir el INE, intervenir el tribunal de una tesis doctoral o intervenir una montaña.
—Toda intervención es resignificación, y al revés.
—Pedro, estás hecho un artista.
—Llama a Santos, a ver si conoce a algún arquitecto de confianza en Pamplona.
Hay tiranos que se conforman con que los esculpan al galope o montados en un Peugeot, ecuestremente, con los huevos del caballo de Espartero o de Ábalos donde el tubo de escape, pero Sánchez quiere dejar una huella que se pueda ver desde la Estación Espacial Internacional, tirando por bajo. Como la idea del muro ya estaba cogida –los putos chinos–, ha encargado una grieta que parta en dos la montaña sagrada de Cuelgamuros, su Tindaya.
—Tenemos pequeña, mediana, la segunda unidad a mitad de precio, y familiar.
—Que la cruz no le pueda hacer sombra.
Lo de la grieta ya se le había ocurrido a Doris Salcedo, que en 2007 abrió en canal el suelo de la Tate Modern, intervenido en una obra –167 metros de largo, a todo lo que daba– que tirando del hilo de la Escritura llamó 'Shibboleth', metáfora de la exclusión y la marginación. «Galaad ocupó los vados del Jordán para cortar el paso a los efraimitas. Y cuando un fugitivo de Efraín intentaba pasar, los hombres de Galaad le preguntaban: ''¿Tú eres de Efraín?''. Si respondía que no, le obligaban a pronunciar la palabra 'shibólet'. El fugitivo decía 'sibólet' porque no podía pronunciarla correctamente. Entonces lo tomaban y lo degollaban junto a los vados del Jordán. En aquella ocasión murieron 42.000 hombres de Efraín» (Libro de los Jueces, 12).
Por su hondo significado moral, Unamuno trató de castellanizar aquel 'shibólet' de Galaad y se sacó de la manga un 'chibolete' que no llegó a pasar el corte de la Academia. El término aparece en 'La fe':
—Estamos llenos de 'schibolets', o chiboletes, si preferís esta forma, de santos y señas; chiboletes por todas partes. «¡Jesuita!» –y cree haber dicho algo; «¡krausista!»– y se queda tan descansado nuestro hombre. Chiboletes, chiboletes por todas partes. «Di ¡pollo!», y contesta el pobre diciendo: ¡poyo!, y; «¿poyo, poyo dices?… pues te degüello, que tú eres efraimita!».
Si Chillida, el escultor que peinó el viento, soñó en Fuerteventura con el negativo de la arquitectura y el volumen del vacío, Sánchez, el esteticista que maquilló el cemento armado de su cara, pretende invertir su muro y venderlo como grieta, Tindaya de la resignificación para hacer ver un caballo donde había un Peugeot o un entierro donde todo fue zaj.
—Pedro, estás hecho un artista.
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