el contrapunto
Un cadáver en el armario
El sistema de pensiones caerá si no se aplican recortes allá donde los pide a gritos la lógica y la necesidad
España ya está rota
Último verano en La Mareta
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Iniciar sesiónHay en la agenda política un convidado de piedra que nadie quiere mencionar, porque el mero hecho de hacerlo supone perder votos a espuertas. Me refiero, por supuesto, a las pensiones, cuyo peso abrumador crece de día en día sobre las espaldas de la nación ... sin una propuesta viable susceptible de aliviar la carga ni el menor rastro de responsabilidad por parte de los dirigentes llamados a gestionarlas.
Reconocer que el modelo por el que se rigen las pensiones es insostenible equivale a perder el respaldo de nueve millones de pensionistas, por mucho que se trate de una verdad incontestable. En términos matemáticos, es imposible que los trabajadores en activo financien con su esfuerzo unas jubilaciones cuyo importe supera el de los sueldos actuales, ya de por sí bajos y sujetos, además, a gravámenes fiscales brutales. Los jóvenes que acceden al mercado laboral en estas condiciones de precariedad tienen por tanto motivos sobrados para quejarse y echarse en brazos de demagogos cuya 'solución final' pasa por meter tijera a esta partida (200.000 millones de euros en 2025) y abocar a los jubilados a una vejez de estrecheces y boca cerrada. No lo dicen así, todavía, aunque eso es lo que se deriva de los discursos que ya empiezan a circular por las redes sociales en boca de supuestos 'expertos'. En el extremo opuesto se sitúa el populismo de quienes defienden seguir engrosando el déficit de manera ilimitada con tal de garantizar lo que llaman «derechos sociales», sin especificar a qué se refieren exactamente. También en su argumentario hay verdad. Es innegable que quien ha trabajado y cotizado toda una vida para devengar una prestación no puede ser privado de ella, sea cual sea la situación de las finanzas públicas. Cosa distinta son los millones de euros procedentes de nuestros bolsillos cobrados por perceptores que han aportado nada o muy poco. Pagas y ayudas varias carentes de relación con el historial laboral de quien los recibe, que suele ser inversamente proporcional al importe de lo ingresado. Llamar «derecho» a esas cantidades es forzar el diccionario y acelerar la quiebra de un sistema que caerá, irremediablemente, si nadie se atreve a corregirlo pronto aplicando recortes allá donde los pide a gritos la lógica, la justicia y la necesidad. O sea, lo contrario de lo que ha hecho hasta ahora este Gobierno derrochador, cuya herencia será, emulando a la de Zapatero, arcas vacías, facturas pendientes, impuestos confiscatorios y deuda disparada.
Arranca el curso político con mas corrupción, mas polarización, nuevas acusaciones cruzadas entre partidos, para frustración de una ciudadanía harta de palabrería, y el mismo cadáver en el armario que huele cada vez peor. Los pensionistas tienen miedo, con razón . Los jóvenes se debaten entre la desesperanza y el enfado. Y los políticos, a lo suyo, cada vez alejado de nuestra cruda realidad.
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