visto y no visto
Recetas de Constitución
En Pleno Pavoneo Mundial por la Disuasión Nuclear Aznar advierte a las potencias que el suyo es el único «partido constitucional»
Erótica de lo penal
«El Olivarito» de Trump
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Iniciar sesiónSe coge un cerdo y se le castra, arrancaba una receta de doña Emilia Pardo Bazán, amante de Galdós, para Valle-Inclán don Benito el garbancero.
—Capar un gocho era para que el tocino enverronase, cogiera gusto, que aquí decimos enverronado al tocino ... de buen paladar –le dijo a Delibes un castrador (científico, llama cerdos a los cochinos), que se diferencia del capador (autodidacta, llama gochos a los cerdos) en que no habla de la capadora («a talla, a mordaza y a pulgar»), sino del «gobernáculo teste». El capador va al grano: «Cápame el gocho, Salvador, y si se te muere no te preocupes; nos lo comemos». El capador sería un abogado del Estado, y el castrador, un jurista constitucionalista, especie useña en vías de extinción.
La receta de una Constitución (¡ojo, democrática!) es igual que la receta del cerdo de la Pardo Bazán: se coge el Poder del Estado y se lo divide en tres partes que se separan («que un poder vigile al otro poder para que el ciudadano pueda dormir tranquilo»), como hicieron en Filadelfia los Padres Fundadores, entre los cuales no estaba Tocqueville, como afirman los tertulianos del turno de noche en TVE. Fue la primera y la única Constitución democrática que hemos visto, y ya no veremos más, porque el tiempo del constitucionalismo pasó, cosa que en el 76 ya le avisó Manuel García Pelayo, que dirigía en Caracas el Instituto de Estudios Políticos, al Rey Juan Carlos, que visitaba Venezuela y le consultó recetas de Constitución. De Constituciones no hablaba ya nadie, hasta que Trump rescató la conversación del olvido en Japón, al restregarles a los japoneses que su Constitución (que técnicamente no es tal) la redactó el general MacArthur en un solo día, lo cual tampoco constituiría ninguna proeza para la mentalidad de un americano, cuya Constitución se compone de siete artículos, los imprescindibles para separar los poderes. En realidad, la auténtica Constitución japonesa de MacArthur fue su paseo por el centro de Tokio a lomos de su caballo blanco (que acabaría dando vueltas por la pista de un circo americano) para desacralizar al emperador.
Y de la desinhibición de Trump a la desinhibición de Aznar, líder de los desinhibidos (¡los desinhibidos de Aznar!, «feministas y sororos, como buenos cristianos»), que en Pleno Pavoneo Mundial por la Disuasión Nuclear ha salido a la palestra para advertir a las potencias que en España el suyo es el único «partido constitucional» de una Constitución que técnicamente tampoco lo es y que fue dictada a un ingeniero agrónomo y a un director teatral, con los resultados que conocemos. Aquí, de paseo de MacArthur hizo el 'sesientencoño' de Tejero, que desacralizó el Congreso. «Nadie muere antes de cumplir su misión, pero hay quien la sobrevive», fue la dedicatoria (un aforismo de Jünger) que Carl Schmitt le escribió a Manuel García Pelayo, que lo visitaba en Berlín, en un libro sobre el generalón prusiano Gerhard von Scharnhorst.
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