visto y no visto

La belleza

La belleza como «pornografía espiritual, como deseo secreto de dominación»

Un cementerio

Inocencias

Al mundo ya no lo salvará la belleza, como creía Dostoyevski, porque la belleza fue deconstruida por el nihilismo burgués (Walter Benjamin: estaba reservado a la burguesía del siglo veinte el incorporar el nihilismo a su aparato de dominación) y la mano negra de ... la CIA de Michael Josselson (ver 'La CIA y la guerra fría cultural', de Frances Stonor Saunders).

El arte contemporáneo, recuerda Erriguel, es una religión de la nada con un pecado supremo: el amor a la belleza, denunciada como «una pornografía espiritual, como un deseo secreto de dominación, como un uso de la fascinación para adormecer masas (al estilo de Hitler y de Mussolini y de todos los antidemócratas que en el mundo han sido)». Desterrada del arte, la belleza queda confinada al mundo de la publicidad.

Mediáticamente, 'nazismo' no es el canciller Merz atizando la hoguera del militarismo alemán para conquistar (¡esta vez sí!) Rusia; 'nazismo' es Sydney Sweeney (la que da vida a la lengua de los Rolling en el último vídeo de los Stones) anunciando vaqueros de pata de campana para una firma americana (¡ante al espectáculo dantesco del búmer madrileño en calzoncillos por la calle!) y el juego de palabras «genes» y «jeans» como ocurrencia del comercial, que ni siquiera habrá oído hablar del escándalo que en los 90 le montaron en Alemania al filósofo socialdemócrata Sloterdijk tras su célebre conferencia en el castillo bávaro de Elmau ('Reglas para el Parque Humano. Una respuesta a la Carta sobre el Humanismo'), acusado de proponer una revisión genético-técnica de la humanidad. «¡El proyecto Zaratustra!» le gritaron en las portadas de los periódicos los correveidiles del chinche Habermas. «Me parece usted– contestaba Sloterdijk al periodista– un ganso problemático: primero porque grazna de un modo exagerado; segundo, porque hace sonar la alarma por encargo de un tercero (Habermas)». ¿De qué le sirve a la opinión pública un ganso que grazna un aria demencial cuando es imposible ver a un solo moro en toda la costa?, ¿o quiere decir que es el ganso que alerta de los moros el que decide qué es un moro?

El caso de Sydney Sweeney (el pecado supremo del amor a la belleza y su secreto deseo de dominación) habría que ponerlo sobre la mesa de Antonio García-Trevijano, autor de 'Ateísmo estético', el único libro de arte interesante que se ha escrito en español, y de Dalmacio Negro, el verdadero relojero de la Puerta del Sol, que es el Estado (el Dios real, o 'wirklichen Gott'), ambos en controversia radiofónica sobre la belleza de Marilyn Monroe y de Jane Russell: de Russell, Negro, y de Monroe, Trevijano, teórico del republicanismo, que amó la belleza sobre todas las cosas: «Los amantes de la belleza y los que esperan ser conmovidos por la expresión de las grandes realizaciones artísticas han de acercarse a ellas, y contemplarlas, con la ingenuidad silenciosa de los cortesanos cuando sus reyes hablan».

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