una raya en el agua
Tocar el reintegro
Las indemnizaciones del AVE eran el símbolo de una historia de éxito. La del Estado eficiente que ha caducado sin remedio
Tiempo para el Derecho
El relato y el metarrelato
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Iniciar sesiónLa indemnización por demoras del AVE era el símbolo de una época que no volverá, como las golondrinas becquerianas. La de la modernización felipista, la de las grandes infraestructuras pagadas con fondos de cohesión europeos, la de la brillante España de los Juegos Olímpicos ... y de la Expo. Por supuesto que los que hemos tenido la suerte de vivirla la echaremos de menos, y también el dinero que Renfe devolvía las pocas veces que sus trenes no llegaban a tiempo. Pero la supresión de ese compromiso es a su vez la alegoría de su actual hundimiento, paralelo al del Estado eficiente cuya historia de éxito ha caducado sin remedio. Fue bonita mientras duró; ahora toca aprender que los procesos de duelo son tanto más penosos cuanto más tarde los aceptemos.
En esta ocasión es razonable el argumento del ministro Puente contra la imposición de reintegrar los pasajes. Es injusto que las demás operadoras queden al margen. Si utilizan la misma red y sufren las mismas averías no parece lógico liberarlas de las mismas responsabilidades. Una cosa es fomentar la libre competencia y otra distinta ofrecer sustanciales ventajas a los contrincantes. En su legítimo afán de derrotar al Gobierno, la oposición ha caído en la demagogia al entrometerse en las políticas comerciales de una empresa pública obligada, como cualquier otra, a cuadrar sus balances. Sobre todo cuando son todos los españoles quienes pagarán la devolución, viajen o no viajen.
La consecuencia de ese brindis al sol parlamentario será una subida de precios añadida al calamitoso deterioro del servicio. El verdadero retraso es el de las inversiones, y en ese sentido no hay avances significativos porque los Presupuestos están bloqueados y porque la gestión de asuntos como el funcionamiento normal del sistema público nunca ha formado parte de las prioridades del sanchismo. El desastre ferroviario, el desgaste de las carreteras o los colapsos energéticos constituyen efectos colaterales negativos de un estilo de gobernar centrado en el activismo propagandístico, en el estímulo del enfrentamiento civil y en el reparto de subvenciones y subsidios. Eso de mantener el país a punto es muy aburrido.
La joya tecnológica del transporte tardará años en salir del caos. Las vías y las catenarias han envejecido y las más modernas han quedado superadas por el aumento exponencial de la demanda y del tráfico. El parque de trenes es antiguo y pesado, con bastantes modelos de hace treinta años, y además de dinero falta idoneidad gestora para renovarlo: incluso ha habido que retirar por problemas técnicos algunos Talgo recién comprados. Esa decadencia es bastante más que un colapso transitorio: representa el paradigma de un fracaso, de una descomposición general, de una aluminosis de Estado. Y a ver quién compensa el retardo de una nación varada en su propio marasmo, como un AVE detenido en medio del campo.
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