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una raya en el agua

El Ministerio de la corrupción

Más allá del fracaso del actual ministro, la crisis ferroviaria empezó en la sospechosa etapa de Ábalos y sus amigos

Palabras mayores

Moncloa 'poltergeist'

Ignacio Camacho

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El caos ferroviario del pasado fin de semana fue accidental: un hombre que se arrojó a las vías y un tren vacío descarrilado y atascado en medio de un túnel. Factores imponderables, aunque luego Renfe y Adif tratasen como suelen, es decir, sin tacto ... ni miramientos, a los miles de pasajeros varados. Lo que sucede es que no hay semana, a veces ni día, en que el sistema no sufra por una u otra causa un colapso. Que la red de alta velocidad ya no es digna de su nombre porque sus otrora fiables tasas de puntualidad se han venido abajo. Que la de media distancia y la de cercanías se han convertido en un calvario de averías, bloqueos y retrasos. Que las estaciones son un aparcadero de usuarios amontonados y el personal de atención al público no da abasto para organizar el desbarajuste cotidiano. Que se ha vuelto imposible adivinar la hora en que salen o llegan los trenes programados. Y que la normalidad de un transporte público esencial, estratégico, ha reventado en medio de una aparatosa cadena de estragos a lo largo de los últimos cuatro años.

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