COLUMNAS SIN FUSTE
Iliberal en el amor
Si la Preysler se estaba tomando muchas libertades es porque las libertades ya eran demasiadas
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Iniciar sesiónComo explicación de su ruptura, nos han contado estos días la escena o presunta escena entre Isabel Preysler y Mario Vargas Llosa. Supuestamente (todo insistir es poco) ella regresaba a casa después de una cena, pasada la una de la mañana, y allí se encontraba ... don Mario, despierto y además soliviantado, con la natural inquietud del marido que espera.
Se han contado dos frases de esa escena, las dos del escritor: «¿Qué horas son estas?», que es lo que le decían los padres de Germán Coppini en 'Cena Recalentada' cuando el niño llegaba tarde a casa y se rifaba un pescozón; y otra, aun mejor: «Creo que te estás tomando muchas libertades», frase que, dicha por un liberal, tiene aun más mérito.
El hombre liberal, un gran defensor del liberalismo como Vargas Llosa, entiende la necesidad de libertades en la economía, la sociedad, la cultura, la política y también en su vida... pero en su vida hasta cierto punto.
Si la Preysler se estaba tomando muchas libertades es porque, pasado un límite, las libertades ya eran demasiadas. ¿Y quién pone el límite a las libertades, al liberalismo amoroso?
Don Mario habría quedado muy bien si hubiera dicho, por ejemplo: «Isabelita, son casi las dos, en esto no habíamos quedado», porque remitiría a una instancia común, al contractualismo de la pareja ('las reglas que entre los dos nos dimos') pero la frase que ha trascendido deja a don Mario como un iliberal del amor porque no solo entiende que cierta libertad ya es mucha libertad, sino que parece que el encargado de calibrarla es él.
No será aquí, desde luego, desde este humilde rincón, pero a Vargas Llosa le criticarán mucho por esta frase que, sin embargo, revela una realidad, la posibilidad de ser liberal en todo (o serlo al menos de boquilla, declarativamente) y no serlo en el amor, que es lo importante.
Hay que desregular los mercados y los salarios y el comercio, y quizás haya que bombardear dos o tres países de vez en cuando para extender la democracia liberal, pero pasadas las doce una mujer ha de estar en su casa. Porque a esa hora, lo sabemos todos, ya no reparten Ferreros Rochers.
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