perdigones de plata
Escolta incorporada
Esto de caminar escoltado justo en la edad de la libertad supone otro escalofrío que demuestra que algo falla en España
Idiomas (1/9/23)
Morosidad española (28/8/23)
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Iniciar sesiónMarchaba uno a la facultad con el espíritu amodorrado de ese señor solterón que pisa el supermercado para comprar supervivencia de leche, latas de atún, cacahuetes, pan de molde y cervezas. A las aulas se iba porque algo había que hacer en ese momento de ... la vida que no es sino paréntesis extraño entre la última juventud y el despertar hacia la madurez. Si en casa te largabas hacia el presunto templo de la sabiduría los padres permanecían tranquilos porque creían que te convertirías en alguien de provecho. Y así, disimulabas mientras te ilusionaba la juerga del fin de semana que se planificaba, precisamente, en el siempre animado bar de la facultad.
Nunca supe si acudía hasta allí todas las mañanas, en transporte público y con los ojos rebeldes de legañas, para ganar tiempo o para perderlo. Pero al menos iba solo, no me acompañaba ninguna escolta para evitar las agresiones de los fanáticos. Aterran los testimonios de aquí mismo, hace un par de días, de esos estudiantes que visitaban la Universidad catalana blindados por los Mossos. Necesitaban protección para que no les partiesen la cara más de la cuenta. Esto en España, en democracia y en la Universidad. Santiago Abascal sabe bien lo que supone necesitar guardaespaldas, durante más de media vida, para evitar que un asesino cobarde te inyecte la ponzoña del plomazo contra la nuca. En aquel tiempo, ETA, esa gran desconocida para los chavales de hoy por culpa de la amnesia selectiva, mataba a sangre y fuego. Ahora los terroristas reciben homenajes en sus pueblos pero al menos, qué suerte tenemos, muchísimas gracias por tanta bondad, han renunciado a lo de cargarse al prójimo porque piense diferente. Sin embargo, la presencia de los escoltas todavía existe porque a los energúmenos se les consienten sus desmanes. Esto de caminar escoltado justo en la edad de la libertad, justo cuando deseas privacidad y tinieblas para tus primerizos y confusos balbuceos en la vida y en la noche, supone otro de esos escalofríos que nos demuestra que algo falla en España.
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