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Sánchez rehúye el debate

Aunque fracase en su investidura, Feijóo deja un mensaje de Estado sólido, contundente y alternativo frente a Sánchez y a su compromiso de desmontar la Constitución con el separatismo

Editorial ABC

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NO era ninguna novedad que el debate de investidura protagonizado por Alberto Núñez Feijóo iba a arrancar con la previsión inevitable de no lograr los votos necesarios. Pero aunque fuese sólo por la incomparecencia táctica de Pedro Sánchez para ningunear al líder del PP eludiendo replicarle, Feijóo ganó dialécticamente el debate que la aritmética de los escaños le niega. En la sesión, quedó la primera conclusión de que Feijóo revalida un doble liderazgo, el de la oposición parlamentaria y el que le permitirá afianzar la dirección interna en el PP pese al constante intento del PSOE por denigrarle insinuando que otros dirigentes ya están preparando su sucesión inminente. Feijóo ofreció un discurso sólido, dejó claro que hay una alternativa constitucionalista y moderada frente a los pactos que el PSOE diseña con el independentismo, y reforzó su compromiso con el respeto a la legalidad, la regeneración política, la ética institucional, la lealtad a los valores de la Transición, la necesidad de recuperar pactos de Estado esenciales, y una propuesta socioeconómica radicalmente distinta a la que ofrecen Pedro Sánchez y sus socios. En definitiva, Feijóo reveló que aunque pierda la investidura, tiene un plan y que perder ahora una votación crucial no implica renunciar en el futuro a un proyecto político inverso al que representa Sánchez con opciones de presidir el país. Ese es el mensaje contundente que transmitió tanto a su partido como a la ciudadanía, y es el que por cierto avaló Vox de forma decidida, abriendo –ojalá– una nueva etapa de colaboración más constructiva entre ambos. Las de Feijóo fueron palabras con un sentido de Estado innegable, repletas de propuestas acordes con nuestro sistema democrático, y combativo frente a cesiones como la de aprobar una amnistía para los delincuentes del separatismo, o como ceder en la celebración de consultas de autodeterminación.

A su vez, Sánchez acudió al debate con la doble idea de sorprender, desconcertar a Feijóo –lo consiguió–, y dar la impresión de que su investidura está pactada y prácticamente resuelta. Por eso no hizo amago de desgastarse replicando a Feijóo. Lo despreció desde su escaño negándole cualquier réplica y enviando a un diputado 'raso' como Óscar Puente, un especialista en el barro político, la demagogia parlamentaria y la denigración del oponente, incluso en términos personales. Nunca una sesión de investidura había adquirido un tono tan bronco y carente de elegancia institucional por parte del PSOE, ni tan despectiva con las más mínimas normas de cortesía. Sánchez quería demostrar que la de Feijóo era una investidura 'fake' y que ni siquiera le merece la pena medirse con un perdedor. Fuese por temor a perder en un cara a cara con Feijóo, o fuese por huir del debate sobre la amnistía y la autodeterminación que unas horas antes había puesto encima de la mesa el Gobierno catalán, lo cierto es que Sánchez decidió convertir una sesión parlamentaria siempre solemne y ejemplar en un espectáculo grotesco a mayor gloria de sí mismo. Y lo hizo con un portavoz imprevisto –el desdén hacia Patxi López resultó demoledor– que hablase de él en tercera persona mientras se reía desde su escaño, y con acusaciones a Feijóo por su antigua amistad con un delincuente o por cobrar sobresueldos. Sánchez había dejado todo el terreno libre para Feijóo porque no pensaba confrontar ni una sola propuesta. Su único propósito era inflamar la investidura y ensuciar el debate hasta el punto de provocar una degradación del Congreso. La de Sánchez fue una meditada sobreactuación para convertirse en el centro de atención sin hablar y presentarse en unas semanas como la única solución posible de gobernabilidad.

Nadie sabe a ciencia cierta si el acuerdo de investidura de Sánchez está aún cerrado o no. Lo que sí se conoce es que cada exigencia del separatismo va adquiriendo forma poco a poco sin que ningún miembro de la dirección del PSOE, de su grupo parlamentario, o del Gobierno en funciones ponga pie en pared. Al contrario: parece alejarse la opción de celebrar unas nuevas elecciones en enero, y hasta el Congreso parece sobrarle a Sánchez. Pudo haber ofrecido a todos los españoles su planteamiento sobre la amnistía respondiendo a Feijóo. No lo hizo. Pudo negar al separatismo referendos que son inconstitucionales. Tampoco lo hizo. Su auténtico 'parlamento' es el que ha constituido de forma paralela con Junts, ERC, Bildu y el PNV al margen de la transparencia propia de una democracia, y a espaldas de la luz y los taquígrafos propias de la sede de la soberanía nacional, mostrando una arrogancia y una displicencia impropias hacia quien ganó las elecciones. Aunque no pueda gobernar.

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