TIGRES DE PAPEL
¿Para qué sirve el dolor?
Nadie puede sufrir por nosotros y nadie puede compartir la experiencia del daño
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Iniciar sesiónEl dolor no es una experiencia optativa. Sencillamente acontece y cuando ocurre lo hace siempre como por necesidad. En todas las biografías hay sucesos traumáticos, capítulos dolientes en los que el cuerpo o el ánimo, y todo lo que queda en medio, se afligen ... y nos recuerdan algo tan perentorio como nuestra condición mortal. Una condición en la que somos capaces de avanzar incluso los dolores futuros hasta sentir miedo por lo que no sabemos ni tan siquiera si algún día ocurrirá. Nos duelen cosas que no existen, como un terror nocturno o un miembro fantasma. También nos lastiman los recuerdos que nos hablan de las cosas que estaban y ya no están. Por eso los nostálgicos sueñan con aprender a olvidar.
En el canto XXII de la 'Ilíada', Homero apeló a la «dolorosa valentía» de Héctor, recordándonos que a veces son también las virtudes las que duelen. En ocasiones el daño no es consecuencia de un infortunio o una desgracia, sino que surge por el estricto cumplimiento de una encomienda. Cabría pensar que la calidad de lo humano se prueba y se demuestra en el dolor debido, como el que sentimos ante la contemplación de una injusticia o ante el padecimiento o el sufrimiento ajeno. Somos el único animal que se expone voluntariamente a los peligros.
Pero el dolor es, sobre todo, una experiencia de individuación. Una condena secreta que nos recuerda el perímetro de aquello que somos. Nadie puede sufrir por nosotros y nadie puede compartir la experiencia del daño. Ni tampoco la tristeza. El pésame y el consuelo en el fondo aventuran una experiencia imposible porque nadie, absolutamente nadie, podrá acompañarnos en el sentimiento jamás, aunque mintamos en los velatorios, puesto que el dolor y la alegría son un patrimonio intransferible incluso cuando generan un contagio reflejo. A veces la última dignidad del doliente es que nadie le arrebate su dolor.
Los trágicos elevaron la experiencia del daño hasta considerarlo un rito de paso en el conocimiento y Esquilo en su 'Agamenón' llegó a afirmar que Zeus puso a los mortales en el camino del saber cuando estableció con fuerza de ley que la sabiduría sólo puede adquirirse a través del sufrimiento. Quien quiera de verdad decirse sabio, habría de atravesar todos los umbrales de la pena.
El optimista Platón enmendó a sus precursores y nos quiso convencer de que el pesar siempre es contrario a la naturaleza, aunque aun así existen formas de verdad y de justicia que sólo se hacen visibles cuando nos dolemos. En demasiadas ocasiones, el dolor es prescindible, banal e injusto. Lo terrible es que la banalidad, la injusticia y la mala fortuna existen. Por eso, de alguna manera, cabría pensar que el dolor es la respuesta humana a la existencia del mal en el mundo.
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