siempre amanece
'Carajocracia'
Reverencian un pene fundacional de la civilización, tan sólido que uno puede asirse a él en tiempos de pura zozobra como los que vivimos
La 'fachaparty' y las verdes colinas de la izquierda
La encrucijada del PP
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Iniciar sesiónHace un tiempo que una parte de la derecha se aparece como agarrándose sus partes en lo que David Pastor definió como una 'falocracia'. Me gusta mucho 'carajocracia', porque carajo es una palabra que no hay que dejar de usar ahora que todo el tiempo ... se dice resiliencia. Que me corrijan los académicos, pero cuentan que el carajo era el término con que los marineros se referían al mástil del barco, y de ahí surgió su asociación metafórica con la bragueta. Completan la familia la expresión «mandar a alguien al carajo», castigo que consistía en subirse al mástil a vigilar y 'carajote', que es como uno baja de allí arriba, mareado y bobo por efecto del balanceo.
Así que ahora van los 'youtubers' de la derechita punki marcando paquete y casi enarbolando el pito desde cuya altura otean el horizonte. En sus discursos, el presidente Donald Trump menciona que fulano o mengano son muy guapos, sin duda un trasunto de su dotación. La alusión a la belleza rompe con un tiempo en el que el guapo ofendía al feo, el fuerte al débil y el que corría los sesenta metros lisos en seis segundos, de alguna manera estaba atacando al que solo pudiendo completar la distancia en siete, quizás hubiera entrenado más y esto no era justo. El valiente ofendía al cobarde y el héroe, fuerte y decidido, estaba más acabado que Falange y ahora vienen a reivindicarlo en la misma medida en que antes pretendían acabar con él. Detrás de todo eso se aparecen, simbólicamente, los genitales masculinos, y vuelve a importar su geometría. Por eso van algunos 'youtubers' felices en un arrebato infantil, como midiéndosela con un tipómetro, casi mostrando un pito reivindicativo de su masculinidad redescubierta. Reverencian un pene fundacional de la civilización, tan sólido que uno puede asirse a él en tiempos de pura zozobra como los que vivimos.
Lo mencionan a cada poco en un despliegue de formas groseras. Si el carajo está de moda y se usa como arma arrojadiza es porque, en los últimos años, la genitalidad femenina se ha llevado a la guerra entre sexos con tremenda violencia. El españolísimo coño ha estado en todos los discursos como símbolo de la lucha por los derechos de la mujer, un coño de barricada, insumiso, un coño con 'k'. Al mismo tiempo, la izquierda pretendía que la posesión de genitales femeninos estaba totalmente desgajada de la condición de ser una mujer, pero esto es otro tema. Aún siendo simbólico, lo llevaban en primera fila de las manifestaciones, las pancartas, las procesiones y los discursos del feminismo en los que se aparecía con una agresividad mientras que el pene se debía olvidar y esconder como un objeto símbolo de la culpa del macho. O bien ridiculizarlo en los mostradores de las pastelerías y merendarlo en gofres con forma que tenían como objetivo escandalizar. Por no hablar de las tetas, que en Eurovisión se suponía que nos daban miedo: unas tetas reivindicativas como antidisturbios. En 'Hécatombe', la canción de Georges Brassens en la que las heroicas tenderas del mercado de Brive-La-Gallarde la emprendían a tetazos con los siempre malvados policías que, naturalmente, eran hombres.
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