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sin punto y pelota

Amores modernos

Juana que se quiere volver a Granada. Pero, ay, no va a poder ser. Porque los niños viven allí, con su padre

El bolso y la bolsa

Se fuman un habano

Berta González de Vega

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Cualquiera con antepasados de pueblo, casi todos, tiene apellidos repetidos en su árbol genealógico, producto de un mercado matrimonial limitado. El querer casarse con gente que más o menos entendiera los códigos de un tipo de familia, algo que siguen practicando ciertas etnias y las ... clases muy altas. Ahora, esos árboles son más exóticos, del tipo de los que solo disfrutaban las burguesías comerciantes del XIX, de ahí que en Málaga bromeemos con nuestros ocho apellidos malagueños-guiris, que incluyen a los Loring de Boston o a los Van Dulken de Holanda. Luego vinieron las criaturas de la costa, esos amigos con segundo apellido de sueca. En la actualidad, según el INE, hasta un 20 por ciento de los matrimonios en España son de dos nacionalidades. Te enamoras de un alemán de Erasmus en Dublín. O de un holandés de marcha en Tarifa y de un belga de prácticas en Bruselas. O de un italiano hippioso en un concierto en Londres (volveremos a ese caso). Eso no quita para que matriarcas de capital de provincia pragmáticas puedan preguntar a sus hijas cosmopolitas en los amores «Hija, ¿ no te puedes enamorar de uno entre el arroyo Jaboneros y el arroyo el Café?». Se lo dijo la madre de Belén cuando volvió de ver a un amor que resultó efímero en Laponia, donde ella trató de hacer gazpacho y ellos le obsequiaron con una piel de animal de la que se deshizo en el aeropuerto de Estocolmo.

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