Vidas ejemplares
¿Y si el gay es de derechas?
Una ola de intransigencia está envenenando la vida pública española
Tres cosas elementales, de primero de parvulitos de democracia: 1. -Un ministro del Reino de España representa a todos los españoles, no solo a los de su cuerda política. 2. -Debido a lo anterior, un ministro en ejercicio no puede comportarse como un militante exaltado ... de un partido y lanzarse a insultar a sus adversarios ideológicos. 3. -Un ministro, y muchísimo menos el de Interior, jamás puede permitirse declaraciones que justifiquen y animen acosos callejeros contra sus rivales políticos.
Fernando Grande-Marlaska, de 56 años y juez de profesión, es nuestro ministro del Interior. En su trayectoria se ha distinguido por su excelente trabajo contra ETA como magistrado y por la defensa de los derechos de los homosexuales, cuya orientación sexual comparte. El sábado, con motivo del festival del Orgullo Gay en Madrid, el ministro recibió a los representantes del colectivo LGTBI del PSOE. Ante una bandera arcoíris y tras bromear con un bailecito al compás del «I will survive» de Gloria Gaynor, Marlaska pronunció un sentido alegato a favor de las libertades de los gais. El problema es que perdió la mesura. Se le olvidó que es ministro y que atiende a todos los españoles y se le calentó la boca. Tachó de «derecha cobarde» a partidos votados por millones de personas, insultando así tanto a esas formaciones como a sus votantes. Pero además animó a tomar represalias contra Ciudadanos por «pactar con quien de forma oscura quiere limitar los derechos LGTBI», en alusión a Vox. Marlaska demandó que la postura de Ciudadanos tuviese «unas consecuencias» y los acusó de acudir a la marcha del Orgullo solo «para lavar su imagen». Horas después, dirigentes de Cs, entre ellos Inés Arrimadas, sufrieron en el desfile insultos, acoso y hasta salpicaduras de lejía. Tuvieron que marcharse protegidos por la Policía. Tras los incidentes, la organización del Orgullo declaró que había una demanda de «la ciudadanía» de que se actuase así contra Ciudadanos.
¿Qué autoridad moral tiene la organización del Orgullo para erigirse en representante única del sentir del conjunto del pueblo español? Ninguna. ¿Son todos los homosexuales españoles de izquierdas? No. ¿Comparten todos los homosexuales españoles la iniciativa del Orgullo y el histrionismo chabacano que distingue su escenificación callejera (por no hablar de las toneladas de basura que deja)? No. ¿Puede convocarse una jornada en nombre de la tolerancia y acabar convirtiéndola en un alarde de intolerancia contra quienes habían acudido allí en apoyo de la causa gay? No. ¿Debe seguir en el cargo un ministro del Interior que fomenta el odio callejero contra un adversario político? En puridad, no.
Una ola de intransigencia, de izquierda y de derecha, está envenenando la vida pública española. Los jueces, los periodistas, los artistas... todos llevamos una etiqueta en la frente, roja o azul. Al adversario ideológico ya no se le escucha, se le odia y anula de manera preventiva. El símbolo de esta epidemia de intolerancia son las redes sociales, un pozo de hiel donde el debate argumentativo languidece.