En primera fila

¿Urgencias?

En España pervive la idea de que podemos abusar de los servicios públicos porque pagamos impuestos todos los meses

Viernes, ocho de la tarde. Una pareja de ancianos acude al saturado servicio de Urgencias de un hospital madrileño. El curioso motivo de la visita es que suman ya varias discusiones fuertes durante el transcurso del día. El marido es hipertiroideo y la mujer hipotiroidea, ... así que piden al incrédulo doctor que les atiende que les haga un análisis hormonal a ambos para conocer cuál de los dos se ha descompensado y está provocando las discusiones, y quién es el que tiene la razón en las disputas.

Esta consulta verídica no pasaría de anécdota de no ser porque es el pan nuestro de cada día en los colapsados hospitales españoles. Unos días antes acudió al mismo servicio un joven alterado que decía haber sido víctima del ataque de un muerto viviente en la calle. El resucitado le había mordido en el brazo y el doctor, con todo el lógico escepticismo, le examinó ambas extremidades para encontrar que no había señal alguna de mordedura de ningún ser, ni animal, ni humano, ni por supuesto, de zombi. A éste precedió un paciente incapaz de quitarse las lentillas pero con repentina mala visión. Tras una exhaustiva exploración, el estoico personal de Urgencias comprobó que no tenía lente alguna colocada. El personaje se las había quitado en algún momento y era incapaz de razonar que el motivo de su pérdida de visión era precisamente que no las llevaba puestas. Y en la sala de espera aguardaba una joven con enrojecimiento y lagrimeo en el ojo izquierdo después de echarse limón para aliviar una molestia ocular inicial. Es evidente que cualquier ciudadano puede sufrir una dolencia leve y llegar a sentir que su patología no tiene espera. El común de los mortales no tiene conocimientos médicos ni tiene por qué tenerlos, pero ¿cuántas veces puede caer la misma persona en el error en un solo año? Hay padres que llevan a sus hijos a Urgencias porque les duele la tripa tras ingerir una bolsa entera de gusanitos. Varones que acuden para solicitar recetas de viagra. Personas que no logran quitarse el «piercing» o que refieren no tener ganas de hacer nada. Las emergencias médicas no son una consulta de 24 horas, sino un servicio para ser usado cuando creamos que una patología no debe esperar.

La lista de casos en los que distintos ciudadanos realizan un mal uso del servicio de Urgencias es interminable para perjuicio de aquellos que sí necesitan una atención inmediata. Se trata de un mal común en todos los hospitales ya que según las estadísticas alrededor del 40 por ciento de quienes acuden a emergencias refieren procesos triviales. Qué casualidad que el porcentaje de citas médicas programadas a las que el paciente no acude -y no avisa- fluctúe también alrededor del 40 por ciento. Es decir, que por un lado tenemos un colapso en las especialidades y pruebas agendadas por las personas que no acuden a las citas y, por otro, un servicio reservado a urgencias también saturado porque recurren a él pacientes que no lo necesitan. Ambos problemas revelan una evidente carencia de educación y cultura sanitaria sobre la que pervive la irresponsable idea de que podemos abusar de los servicios públicos porque todos los meses pagamos impuestos.

Si algún día tenemos ese tipo de complicación médica agradeceremos disfrutar de un sistema eficiente, en lugar de aterrizar en una sala de espera colapsada, tras la que nos esperen médicos a veces fatigados por la ingente cantidad de casos que tienen que atender cada día. Si de verdad les muerde un zombi vayan a Urgencias, pero si su proceso es banal, por favor, piensen con responsabilidad antes de ir.

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