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Rufián y las culpas de Vox

El independentismo ha convertido la tergiversación en su modus operandi

Ana I. Sánchez

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A Gabriel Rufián, ese ídolo de masas independentistas, le escuece en extremo que se culpe al secesionismo del auge de Vox. Lleva semanas argumentando que el ascenso de este partido nada tiene que ver con el «republicanismo catalán». Debe temer que el separatismo le vea ... las orejas al lobo y se dé cuenta de que por la vía unilateral no solo no alcanzará más, sino que igual acaba obteniendo menos. A él, el del tuit de las 155 monedas de plata, se le achicaría el espacio. Así que el jueves decidió lanzar un sesudo y agudo análisis desde la tribuna del Congreso. Cito textual: «Lo que pasó en Andalucía -y no es opinión, es información- es culpa de la abstención del votante de izquierdas, de su votante (al PSOE) y del votante de Podemos, que no se sintió representado y decidió quedarse en casa. Nosotros no somos responsables del auge del fascismo». No es que Rufián se diera a conocer por su mente privilegiada para el diagnóstico político, pero ¿no es capaz de percatarse de un contrasentido en una misma frase? Si el auge de Vox son los 396.000 sufragios que obtuvo en Andalucía ¿cómo es posible culpar al elector de izquierdas que «decidió quedarse en casa» y, por tanto, no votó a nadie? El discurso del republicano demuestra hasta qué extremo el independentismo ha convertido la tergiversación en su modus operandi automático, sin que la veracidad marque ya frontera alguna. Ni siquiera importa que las falacias consten para la posteridad, como sucede en el Congreso con el Diario de Sesiones.

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