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Respuestas para la tragedia

HOY, cuando se van a cumplir cuarenta y ocho horas después de la catástrofe aérea de Barajas que acabó con la vida de 153 pasajeros y tripulantes del vuelo de Spanair con destino a Las Palmas de Gran Canaria, siguen sin despejarse, como era previsible ... y normal, las principales incógnitas sobre el accidente. Aún ayer estaban finalizando las tareas de localización de cadáveres y continuaban los análisis de identificación de las víctimas, paso previo a su entrega a unas familias a las que se debe facilitar la rápida superación de este trance de trámites dolorosos, pero inevitables. Sin embargo, los expertos han comenzado a acotar las opciones de las causas que pudieron desencadenar el terrible accidente. En todo caso, cualquier avance en este sentido es provisional y queda sometido a múltiples verificaciones. Las especulaciones y conjeturas sin base sólo perjudican la investigación, crean un estado de opinión pública confundida y merman la confianza en los procedimientos administrativos y judiciales que ya se han incoado para determinar qué es lo que realmente sucedió en la Terminal 4 del aeropuerto de Barajas. Las primeras opiniones técnicas consideran que el avión de Spanair sufrió una pérdida de potencia cuando ya había alcanzado la velocidad de rotación, lo que impidió tanto un despegue en toda regla como su frenado en tierra. Como es habitual en estos accidentes, los factores que provocaron esa pérdida de potencia pudieron ser diversos, encadenando una sucesión de fatalidades. Lo razonable es pensar, mientras no se demuestre otra cosa, que el origen de esta tragedia se mueve en el terreno meramente técnico y que las autoridades y expertos encargados del caso darán las respuestas adecuadas.

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