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Pudor

Los padres huérfanos de hijo que se sentaron allí merecían otro trato

David Gistau

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Remontemos al tiempo en que Zapatero identificó en las víctimas del terrorismo un obstáculo para su domesticación de ETA. Cuando, durante una visita a La Moncloa, se igualó en conocimiento del dolor con la madre de Irene Villa porque, al fin y al cabo, a ... él le habían fusilado un abuelo en la guerra. No sólo utilizó a un prócer fundador, Peces-Barba, como falso enlace que en realidad tenía como cometido someterlas a un marcaje por todo el campo. Sino que además hizo circular unas valoraciones de las víctimas que tal vez les resulten parecidas a las contenidas por algunos editoriales y titulares de la actualidad. Que eran demasiado emocionales para opinar. Que estaban animadas por un sentido medieval de la venganza. Y que, tontas ellas, estúpidas ellas, se dejaban manipular por la derecha. Lo que siempre me pareció más asombroso de aquello fue que estos argumentos sirvieran para descartar la posibilidad de que las víctimas fueran interlocutores políticos mientras se legitimaba como tales a los psicópatas con coartada ideológica que las habían asesinado.

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