Carta de un trabajador de una residencia de ancianos: «Se optó por priorizar la atención a personas de menor edad en detrimento de los más longevos»

Tengo 31 años y desde hace cinco trabajo como responsable asistencial en uno de esos centros. Mi función consiste en procurar el bienestar social y sanitario de las personas mayores, para lo cual debo conocer sus deseos y necesidades e intentar satisfacerlos .

Aunque nuestra cultura judeo-cristiana ha valorado positivamente la vejez en otros tiempos, ahora su reputación ha perdido muchos enteros . Los ancianos permanecen ocultos en sus domicilios o en centros para mayores ; la juventud, la belleza y el culto al cuerpo son los protagonistas de la historia en nuestros días. Ha tenido que llegar el coronavirus para ponerla al descubierto , pero no ensalzando sus fortalezas, sino acrecentando sus debilidades. Quienes no tengan la oportunidad de vivirla de cerca, como los propios ancianos y los profesionales del sector, probablemente elaboren una imagen distorsionada de la vejez.

Los "viejos" son personas como las demás, con un proyecto de vida que van desarrollando desde el nacimiento. Cumplir años no debe ser un obstáculo para que esta trayectoria continúe , como tampoco lo debe ser el ingreso en un centro gerontológico. Quienes en ellos residen, en general reciben una buena atención (probablemente no peor que en sus propios domicilios). La aparición de enfermedades que generan dependencia y el sentimiento de abandono por parte de sus seres queridos son los dos factores que más contribuyen a deteriorar su calidad de vida.

Estos días, tras conocerse los fallecimientos de muchos ancianos en centros de mayores por el Covid-19, saltó la "alarma social", poniendo en duda, una vez más, la asistencia que se les presta en estos centros.

Cuando esta epidemia se comenzó a extender, la primera medida que tomaron nuestros gobernantes fue cerrar escuelas, colegios y universidades. Si no hubiera sido así, todos los jóvenes de este país se habrían contagiado. Pero los centros de mayores no se pudieron cerrar y al ir apareciendo casos probables de coronavirus, en un entorno de desconcierto general y saturación de los servicios sanitarios, se optó por priorizar la atención a personas de menor edad en detrimento de los más longevos , los que con su tesón y esfuerzo consiguieron el actual estado de bienestar. Se hizo ignorando el artículo 14 de nuestra Constitución: "Los españoles son iguales ante la ley…"

Los centros gerontológicos no son campos de concentración donde se maltrata a quienes allí residen. Con esto no quiero decir que no exista margen de mejora en la calidad que se les pueda ofrecer, pero esa exigencia la debemos extender, también, a todo el conjunto de la sociedad: servicios sanitarios, medios de trasporte, prevención de riesgos laborales, y sobre todo, a la dignidad de nuestros políticos y gobernantes, que son en definitiva los máximos responsables de cuanto acontece en una sociedad democrática.

* Pablo Martínez Sancho vive en Navas, Asturias.

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