Olvidemos grecia
Toda la acción política europea está centrada en resolver el problema griego. Paul de Grauwe nos explicaba este fin de semana en El País por qué es tan importante. Subrayaba tres razones básicas que se resumen en miedo al contagio: contagio al mercado de bonos, ... contagio al sistema bancario y contagio a las políticas fiscales. Vuelve el error Lehman. Vuelve la tentación de matar al mensajero. Vuelve la idea de qué es urgente evitar que quiebre una institución, esta vez un país soberano como antes un banco. Como si se pudiese evitar. Porque estaba cantado. Hemos sustituido duda privada por deuda pública y era solo cuestión de tiempo antes de que los mercados se diesen cuenta de que los gobiernos tendrían problemas para colocar su deuda y que atacasen por el flanco más débil. Ha sido Grecia, porque ha hecho oposiciones para ello.
El problema real es que ha aparecido la probabilidad de que quiebren gobiernos. Y los políticos han reaccionado con ingenuidad, curando los síntomas, desconectando el fusible, intentando prohibir los CDS, ese paradigma de la especulación. Pero no evitará el cortocircuito. Solo hará más costoso el incendio global. Los CDS son solo un instrumento financiero que permite especular sobre un supuesto contingente: la quiebra fiscal de un Estado.
Eliminarlos no mejora en nada la salud fiscal. El secreto es devolver la credibilidad a las haciendas públicas de países hasta hace poco fuera de toda sospecha. Y hacerlo sin afectar a las posibilidades de crecimiento futuro. La crisis financiera ha afectado al corazón del mundo industrializado y tenía que acabar erosionando la sostenibilidad de sus cuentas públicas. Pero nos hemos querido creer que como antes eran países en vías de desarrollo, esta vez iba a ser diferente y los gobiernos iban a salir indemnes. No va a ser así y las finanzas públicas en la OCDE han tenido un antes y un después. Quien no lo entienda así, lo pagará caro. Con o sin Grecia.
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