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Noches de luna llena

En las noches de luna llena, como en las noches de luna nueva, cuarto menguante o creciente, Paul Naschy era el cine. Era la lealtad a una vocación contra viento y marea; era la adhesión insobornable a un sueño; era la tozuda fidelidad a una ... ilusión que nunca claudica, en la fortuna y en la adversidad, en la pobreza y en la riqueza, en el aplauso y en el desdén. Paul Naschy cosechó muchos desdenes en vida, tal vez demasiados, pero siguió batallando siempre en pos de su designio, sin importarle la incomprensión de una época ruin que se ha olvidado de soñar. Paul Naschy, áspero y conmovedor, tierno e irascible, alma forjada en la persecución de los más nobles ideales, se inmoló hasta el último hálito en una empresa que muy pocos entendieron. Amaba el cine, lo amaba hasta la inmolación o el desespero, lo amaba con esa generosidad extrema de quienes entregan la vida en un empeño. Con generosidad, con denuedo, con arrebatada y casi suicida vocación.

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