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Vidas ejemplares

«¡Vayan al pub!»

En estos momentos, tal vez consumir sea un acto patriótico

Luis Ventoso

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José Saramago fue un escritor portugués afincado en España de éxito tardío y enorme. En 1998, a los 76 años, le concedieron el Nobel y poco después me encargaron entrevistarlo. Esperaba a un humanista afable y humilde. Me topé con un hombre espigado, que atendía ... con educación, pero que destilaba cierta altivez y una irritación retenida con esfuerzo por sus buenos modales. Saramago, marxista, escritor políticamente «comprometido», echaba pestes del consumismo. Los centros comerciales le parecían «la caverna de Platón», un sucedáneo de la realidad, que obnubila nuestro conocimiento y anula la comunicación humana. El maestro percibía allí «el espíritu autista de unos consumidores obsesionados por comprar». También lamentaba lo fatal que iba el mundo y los daños de la globalización: «Los pobres se han multiplicado. Este mundo no tiene solución. No nos merecemos la vida». Ese discurso pesimista de denuncia le aportó gran prestigio.

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