La batalla andaluza

La batalla andaluza

El resumen del resumen es muy sencillo: más de lo de siempre. El problema es que lo de siempre hace tiempo que dejó de funcionar

De aquí al verano, los dados de los dioses determinarán de qué lado cae la fortuna. Podremos medir la magnitud del cráter provocado por la crisis económica, sabremos si sirve de algo la alerta antifascista que han vuelto a declarar los hechiceros de Moncloa, nos ... habremos hecho una idea más cabal de cuál es el tirón que tiene Yolanda Díaz a la izquierda del PSOE, tendremos noticia de lo bien, mal o regular que empastan PP y Vox en un gobierno autonómico y conoceremos si el efecto Feijóo ha venido para quedarse o es un brinco de espuma pasajera. De todo ello darán buena cuenta las urnas andaluzas.

Mis espías paraguayos cuentan que Sánchez sigue viéndose más guapo que nadie frente al espejo. Cree que los datos de afiliación a la Seguridad Social, el aumento de la contratación indefinida, la reanimación del consumo y la mejoría del turismo le permitirán sostener el apoyo de los suyos. También está convencido de que Feijóo, pasado el efecto de la novedad, acabará pagando su matrimonio de conveniencia con Abascal. Su firme propósito es seguir venteando la idea de que uno y otro son la misma mierda. Por eso mandará al infierno el plan económico que el nuevo jefe de la oposición le ha hecho llegar en las últimas horas.

Es posible que ese desencuentro con cajas destempladas obligue al PP a posponer hasta mejor ocasión la negociación del CGPJ, pero a Sánchez no le importa. Al revés. Así podrá seguir diciendo que Feijóo es como Casado, un líder que se desentiende del mandato de la Constitución y dificulta, por interés propio, el correcto funcionamiento de la administración de justicia. Añádase a ese argumentario la cantinela de la corrupción como seña de identidad de la derecha y el guión de la soflama oficial de cara a las elecciones andaluzas quedará completado. El resumen del resumen es muy sencillo: más de lo de siempre.

El problema es que lo de siempre hace tiempo que dejó de funcionar. Frente a ese mismo discurso, la derecha le dio un soberano guantazo electoral a la izquierda en mayo del año pasado y Casado cosechó en las encuestas una estimación de voto que ni siquiera el llamado efecto Feijóo ha sido capaz de igualar. El nuevo Señor de Génova hará bien en no perder de vista ese dato. Acabada la disputa interna en el seno de su partido, la proyección demoscópica vuelve a estar donde estaba. De hecho, el objetivo inmediato que se marca la dirección entrante es el mismo que se marcó en su día la saliente: que Moreno Bonilla consiga un Ayuso para acreditar la fortaleza de la marca y poder gobernar sin Vox.

La batalla andaluza se plantea para dirimir justamente esa cuestión. El PSOE sabe que no puede ganar. Solo aspira a mantener el tipo y a jibarizar la victoria de la derecha en beneficio de lo que ellos llaman la extrema derecha. Pincho de tortilla y caña a que esa será la vara de medir los resultados del 26 de junio.

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