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Pincho de tortilla y caña

El arte de lo posible

Antes o después -la película la hemos visto ya muchas veces- los socios del club Frankenstein acudirán en ayuda del Gobierno

Luis Herrero

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A los guionistas del PP les entusiasma fantasear con la idea de que, de manera casi consecutiva, Mañueco apabulle en las urnas del 13 de febrero y Sánchez se pegue una leche gloriosa durante la tramitación de la reforma laboral amadrinada por Yolanda Díaz. No ... cabe imaginar un inicio de año más prometedor para los intereses políticos de Génova. La victoria apabullante en Castilla y León les permitiría argumentar que el éxito electoral de Ayuso no se debió a las peculiaridades distintivas de una soprano que va por libre, sino a la fortaleza de las siglas del partido, y el batacazo sanchista pondría de manifiesto la soledad de un Gobierno que solo es capaz sacar adelante sus propuestas estelares cuando se lo permiten sus socios extremistas. No tengo nada que objetar a la belleza de esa fantasía. Estoy de acuerdo en que, así las cosas, Casado tendría motivos más que suficientes para sentirse el hombre más feliz del mundo. Por eso entiendo que se haya parapetado en el ‘no’ ante el acuerdo alcanzado por los agentes sociales. Aunque lo mejor para él sería que la ley encallara en el Parlamento, tampoco sería una catástrofe que no lo hiciera dada la liviandad de las reformas pactadas. Pero entender una postura no significa compartirla. El problema del razonamiento casadista, creo yo, es que parte de una premisa equivocada. El éxito de la tramitación parlamentaria no está en duda.

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