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David Gistau

Lucecita de sol

Cifuentes me saca una ventaja clara porque ella vive de ser prócer y eso en casa impresiona más

DAVID GISTAU

Ignoro si a los españoles les procuraba tranquilidad saber que en la residencia del jefe de Estado estaba siempre prendida la que se dio en llamar lucecita de El Pardo. Insomne, infatigable, siempre encerrado en ese palacio del cual salían motoristas a repartir los designios ... del destino español -si llaman de madrugada no es el lechero, sino un motorista de El Pardo-, Franco encarnaba con su lucecita esa noción entre paternalista e infalible del Estado al cual le gusta tanto encomendarse a un pueblo que jamás quiso enfrentarse a la intemperie del individuo solo que no espera de la tecnocracia que le resuelva la existencia. El Estado permanecía en su puesto de día y de noche, incluso cuando uno se marchaba en verano a explorar en las playas del desarrollismo los avistamientos de las suecas de Landa. Aun cuando Franco pescaba en el Azor, permanecía encendida la lucecita, y nos resulta imposible averiguar cuál era el doble y cuál era el auténtico, si el que izaba atunes con una gorra de patrón o el que se quedaba, en el haz de la lucecita, a administrar los asuntos de la patria. En guerra, Umbral imaginó que la lucecita servía a Franco para firmar sentencias de muerte mientras merendaba chocolate y picatostes.

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