Julián Quirós - La Tercera
Ayuso ganó al valido
No ha sido una lucha ideológica, ni de choque de principios, por muchas paparruchas que publique la prensa sanchista. Nada que ver con la defensa de una derecha moderada, histórica, sistémica, frente al modelo emergente de la nueva derecha, populista y patriota. Todo falaz y ... más sencillo. Ha sido un pulso de poder, una colisión entre ambiciones legítimas y contrapuestas. Y a ese ente llamado Génova, con la maldición histórica que le persigue, le ha faltado pericia, contención en la maniobra y más astucia al controlar los daños. «Miguel Ángel Rodríguez ha estrellado la nave» se oía repetir en el entorno del secretario general del PP la noche en que estalló la bomba del espionaje a Díaz Ayuso. La metáfora era correcta por el alcance de la detonación, pero equivocada en los términos. No fue el avión de la presidenta madrileña el que acabó accidentado. El funambulista MAR (Miguel Ángel Rodríguez) tenía colocada la carga explosiva entre el pasaje de la nave enemiga y la hizo reventar en un momento críticamente oportuno, cogiendo a los mandos de la cabina al propio Pablo Casado y a todos los carromeros de la tripulación; una carnicería.
La nave que García Egea veía arder en la medianoche del miércoles era la de Génova, pero el golpe tan salvaje, el ruido, las llamas, el humo escociendo los ojos, aturdido y con tanta confusión alrededor no se percataba de la realidad, hasta que unas horas después, como lúcidamente advirtió ayer Girauta en este periódico, Díaz Ayuso además pulsó el botón nuclear. Además. España se reparte entre quienes creen que lo accionó para acabar con el chantaje de la dirección nacional y quienes piensan que de paso tapaba el contrato de la CAM con su hermano a través de una tercera empresa (sólo que no lo va a tapar sin más). En todo caso, ahí es cuando convulsionó el partido refundado por Aznar a primeros de los noventa («el daño no tiene límites»), el mismo partido que trabajosamente pudo resistir la oleada de casos de corrupción de hace una década y que ahora necesita un milagro, una remontada a lo Nadal frente a Medvedev, sólo que el rival no es otro Medvedev, no es sólo Abascal avanzando sobre la tierra quemada del PP («no dan crédito los socialistas y los de Vox por el regalo que les estamos haciendo»), sino que se precisa recuperar la confianza de millones de votantes, uno a uno.
Hace un mes iniciamos esta sección semanal con una Tercera dedicada a Casado que culminaba con una sentencia del insufrible general Montgomery: «Ningún líder, por grande que sea, dura mucho tiempo si no consigue victorias». Desde entonces el líder popular se ha encontrado con un triunfo/fracaso en Castilla y León y la rebelión de su principal territorio, a esta hora ni siquiera podemos saber si tendrá nuevas oportunidades de disputar esas victorias que no acaban de llegar. Al contrario, está comprobando en sus carnes aquello que tanto temía Azaña cuando apuntaba sus diarios desde el Ministerio de la Guerra a principios de los años treinta: «Cuando uno es vencido, siempre se queda solo». Casado se ha quedado solo, porque los que tiene alrededor ya no le pueden ayudar. Necesita nuevos sostenes y librarse de los motines falsamente espontáneos, Madrid es una ciudad de tabernas, asonadas y escraches desde los tiempos galdosianos. Parece ser que está convocada una concentración para hoy delante de la sede nacional. Génova ha padecido diversas revueltas callejeras, como la capital; cuando el rey de turno se ve amenazado deja caer al valido, sean Esquilache, Godoy o incluso un tal García Egea. Así de esta manera, volvía la tranquilidad a las panaderías de la ciudad, con una monumental caída en desgracia; hoy el pan se hornea en las televisiones y las redes sociales. Casado se resiste a entregar su valido; quiere decirle primero a los barones aquello de «dos por el precio de uno», pero debiera recordar que Felipe González se achantó con la bravuconada, porque antes o después toca someterse al ritual del sacrificio. Si sigue unido a su secretario general corre mucho riesgo de sucumbir con él, congreso extraordinario o incluso gestora nacional a la vista, palabras mayores, pero también es verdad que cuando destituya a Teodoro se sentirá más desvalido que nunca, tras haber sufrido una enorme derrota y una mayor humillación.
Es el precio a pagar. García Egea ha conducido una crisis desastrosa que coloca al partido ante la incertidumbre más absoluta. Seis meses de juego sucio que acaban ahora en una guerra civil donde la sublevada puede ganar la partida porque cuenta con el favor de la mayoría de los votantes y la urgencia de los barones por abortar cuanto antes la sangría, al tiempo que ajustan cuentas con el número dos de Casado por las intromisiones territoriales del pasado. Ayuso habrá cometido o no algún error en el asunto de su hermano (eso ya se verá judicialmente y no es lo decisivo estos días), pero la gestión política de Génova ha sido mucho peor y más perversa. Casado se presentó ante Herrera en la Cope más como el jefe de asuntos internos que como el líder que necesita recuperar el rumbo de la organización, lo que quedó flotando en las ondas fueron sus sospechas sobre la corrupción de la lideresa. Pero la corrupción no ha sido la causa del conflicto, sino la excusa: un argumento idóneo para bloquear el ascenso político de Díaz Ayuso dentro del PP. Casado tuvo durante seis meses abierta una investigación fruto de documentación confidencial e ilegal, con datos inflados, sin llegar nunca a recabar pruebas o evidencias fácticas, ni informar a la Fiscalía, de la que se sucedieron constantes filtraciones interesadas, continuos murmullos en los corrillos del poder, sin llevarlo discretamente con el nombramiento de un instructor profesional y mediante un procedimiento reglado, sino siendo pilotado por el mismísimo secretario general. En definitiva, una gran chapuza con fin partidista, particular… hasta hace cuatro noches, justo cuando MAR decidió estrellar la nave.