Hay que vivir
Un siervo, un esclavo
La categoría intelectual de una persona está en sus citas
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Iniciar sesiónMi buen amigo y entonces jefe en la radio Melchor Miralles alucinó cuando escuchó al presidente Rajoy elogiar a Cospedal de la siguiente manera: «Nunca me dijo que no». Era marzo de 2013. Melchor no daba crédito en antena: «Un buen segundo es el que ... te dice que no, eso es la lealtad; lo otro te lleva al precipicio». Tenía razón, la lealtad es lo contrario a la genuflexión.
Hete aquí que, hablando de precipicios, irrumpe Iván Redondo para autoproclamarse limpiabotas del sanchismo: «Un asesor se tira a un barranco por su presidente. Yo me tiro por él. Ahí estaré con él hasta el final». Con dos redondos, Iván. Ni Butragueño llegó tan lejos cuando tildó a Florentino de ser superior, ni Pajín con el Zapatero planetario. Y, además, has parafraseado sin citar un diálogo de ‘El ala oeste de La Casa Blanca’. Todo muy cutre.
Del mismo modo que la categoría profesional de una persona se mide por la talla de sus enemigos, la categoría intelectual está en sus citas. Como yo soy un humilde plumilla y no domino los clásicos grecolatinos, he encontrado el mejor paralelismo a Iván Redondo en Fernando Galindo, el empleado de banca interpretado por José Luis López Vázquez que se presentaba así ante los poderosos: «Fernando Galindo, un esclavo, un amigo, un siervo, un servidor». Redondo se miró al espejo como asesor del presidente de EE.UU., y el reflejo le devolvió a un empleado pelota de sucursal.
Pero algo no encaja. Hay un libro de George Lakoff que estoy seguro que nuestro Galindo de La Moncloa ha leído con detenimiento. Se titula «No pienses en un elefante» y explica que al escuchar esa frase es irremediable pensar en un paquidermo. Por eso el sanchismo se repite tanto: consignas reiterativas para asociar ideas buenas a los suyos y malas a sus rivales: si yo digo ‘resiliencia’, ¿en quién piensa usted?.
Pero algo no encaja. ¿Quiere Redondo que asociemos a Sánchez con un barranco? No lo creo, pero la alternativa es que el limpiabotas no pudo soportar la tentación de parafrasear una serie de la tele, aun a riesgo de quedar como un Galindo. Me deprimo solo de pensarlo.
Ah, y dígame, ¿en quién piensa usted ahora si yo pronuncio la palabra ‘limpiabotas’?
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