La suerte contraria
José Álvarez ‘Juncal’: matador de toros
Después de vivir en 1989 durante siete horas, la actualidad ya no me interesa, no puedo salir mentalmente de esa España en construcción
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Iniciar sesiónA mí me pagan por comentar la actualidad, o al menos eso creo, nunca lo he preguntado. Por si acaso no estuviera en lo cierto, no voy a confirmarlo con los jefes justo en este momento. Yo tiro. Venía a contarles que no hay nada ... en la actualidad española con más importancia que el hecho de que RTVE Play haya colgado en HD la serie ‘Juncal’ y que, por lo tanto, ya pueden dedicar las próximas siete horas de su vida a verla entera. Porque eso es lo que dura, siete horas, una por capítulo. La serie tuvo tanto éxito que parece que nos hubiera acompañado toda una vida, pero no, fueron siete semanitas y bastaron para cambiarlo todo. Yo lo he hecho, me he pegado a la tele, he visto ‘Juncal’ del tirón y ahora solo quiero escribir como Antonio Burgos.
Y me ha surgido un problema: después de vivir en 1989 durante siete horas, la actualidad ya no me interesa, no puedo salir mentalmente de esa España en construcción, de ‘mi Españita’, que dirían Chapu Apaolaza y María Riaño, de esa España previa a 1992, el año de la Expo y de los Juegos en el que todo cambió para siempre. Afortunadamente, habría que añadir, porque yo, con Carl Schmitt, pido que me definan como quieran menos como un romántico.
Pero hoy haremos una excepción. Ya no quiero salir a la calle, ni ver coches modernos ni móviles. No quiero ver los cafés de franquicia ni los restaurantes con QR. Quiero quedarme a vivir en Juncal. Me da igual un cafelito en ‘Los Gabrieles’ de Echegaray que pasear por el Arenal sevillano y decirle a la Maestranza eso de: «Buenos días, mi reina. ¿Has descansado bien? Dicen que todas las plazas son redondas, pero tú naciste redonda». Y ponerme mi mejor traje y un sombrero y fingir una cojera para vivir en torero toda mi vida, entre patios de vecinas, recuerdos de glorias que nunca sucedieron y mi amigo Búfalo, al que pediría que me contara de nuevo lo de aquella tarde en la plaza de Córdoba, cuando paramos el corazón y los relojes.
Quiero escuchar a Vainica Doble y ver a Paco Rabal, a ‘El Brujo’, a Emma Penella, a Fernando Fernán Gómez y a Beatriz Carvajal. Quiero ver a Lola Flores y a Cristina Hoyos. Quiero entrar en esas pescaderías sin controles sanitarios, ver guardias civiles con el uniforme antiguo, paquetes de tabaco baratos y vino a granel en las bodegas. Quiero entrar en bares con azulejos y fotos de toreros, en restaurantes con cabezas de toros colgadas, quiero hacerme amigo del limpiabotas y del cerillero, quiero olor a Jerez y quiero venencia. Quiero ir a los toros en coche de caballos y abrazar a todos los toreros desgraciados. Quiero ver a niños con las caras sucias tirándose piedras nada resilientes. Y, ya que estamos, quiero una RTVE tan libre como entonces, una televisión pública que ponga toros por la tarde, que suba de una vez por todas su ingente archivo taurino, que es patrimonio nacional y que nos haga recordar a todos quienes fuimos y quienes podemos volver a ser si progresamos lo suficiente como para recuperar nuestro pasado.
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