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Una raya en el agua

Rehén de una sospecha

El giro sobre el Sahara quedará bajo duda razonable mientras sigan inaclarados los detalles del espionaje a Sánchez

Pedro Sánchez durante su visita a Mohamed VI ABC
Ignacio Camacho

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EL cambio de la posición española sobre el Sahara se puede defender con razones de diplomacia pragmática. Desde el criterio de los más importantes países europeos hasta la creciente presión norteamericana en el contexto geopolítico de la guerra de Ucrania, de la defensa antiyihadista en ... el Sahel a la simple necesidad de aliviar la tensión migratoria sobre Ceuta, Melilla y Canarias. La 'realpolitik', en una palabra. Claro que también caben motivos en contra: la irritación de Argelia, la pérdida de una herramienta de presión muy valiosa, el compromiso con el Polisario como compensación histórica tras la espantada descolonizadora. Pero es posible el debate siempre que se atenga a un mínimo respeto por las formas. Una decisión así necesita consenso. Primero del propio Ejecutivo de coalición, entre cuyos socios no hay acuerdo, luego de la oposición y, en todo caso, de la mayoría del Congreso. Y por último es menester formalizarla con respeto a los procedimientos, no con una carta personal mal redactada y despachada en silencio. Sánchez no ha cumplido ninguno de esos requisitos previos y todavía, tres meses y varias humillaciones después, sigue sin obtener el respaldo del Parlamento y sin lograr ninguna contrapartida seria de Marruecos.

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