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Una raya en el agua

Normalidad sin adjetivos

El Gobierno no puede seguir exigiendo carta blanca para administrar un período de excepción cuyo alcance no aclara

Ignacio Camacho

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Hay palabras que pierden sentido con los adjetivos: sólo tienen significado pleno cuando carecen de matices. Como decía ayer el maestro Luis del Val, el vocablo «libertad» acompañado del calificativo «provisional», o «condicional», o «vigilada», se convierte de inmediato en un sintagma distinto en el ... que el epíteto recorta la esencia del sustantivo. Con el término de «nueva normalidad» sucede lo mismo: si es nueva ya no puede ser normal porque la novedad implica per se un cambio de signo, un salto cualitativo que transforma el paradigma conocido o habitual en otro inédito o atípico. Si el Gobierno pretende advertir que el retorno a la vida cotidiana sufrirá inevitables alteraciones mientras persista el riesgo de contagio del virus debería haber buscado otra forma de decirlo. En primer lugar porque ya lo sabíamos y en segundo porque esa expresión contiene, bajo su aire prometedor -quién no desea un alivio siquiera parcial de este encierro opresivo-, resonancias distópicas que sugieren una inquietante vocación de adanismo. Y queda demasiado margen de interpretación en un plan impreciso cuyo criterio de aplicación resulta también peligrosa y deliberadamente ambiguo.

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