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Una raya en el agua

Jugarse la democracia

Tenía razón Iglesias: nos estamos jugando la democracia. Sólo que la principal amenaza es su vocación totalitaria

Ignacio Camacho

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Cuánta razón tenía Pablo Iglesias al decir en la borrascosa sesión del miércoles en el Congreso que «nos estamos jugando la democracia». Porque de eso se trata exactamente: del futuro incierto del sistema de libertades que su influyente presencia en el Gobierno amenaza. De que ... el pancismo político de Sánchez ha entregado el poder real a un partido que jamás ha ocultado su vocación totalitaria. De que la estrategia de la bipolarización, diseñada por unos gurús de vía estrecha que conciben la gobernanza como una perpetua campaña, conduce al país a las trincheras de odio que los padres del pacto de la Transición creyeron haber dejado cerradas. De que un amargo efluvio de años treinta impregna hace tiempo la vida parlamentaria mientras en las redes y en Whatsapp se libra una guerra civil de consignas inflamadas de tremendismo, resentimiento y cizaña. De que un presidente sin ideas ni principios ni programa ha sacado del armario a los demonios de las dos Españas y ha unido su destino con la extrema izquierda que tiene contratada como guardia de corps mercenaria.

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