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La hora de la Constitución

RESULTA muy difícil para el nacionalismo excluyente aceptar con naturalidad las reglas de una democracia pluralista. Así lo demuestra la reacción desmesurada del PNV al calificar de «golpe institucional» la mera posibilidad de un acuerdo entre socialistas y populares para configurar una alternativa constitucionalista en ... el País Vasco. Después de treinta años de régimen nacionalista existe ahora una oportunidad cierta para un auténtico cambio político. Las expectativas que suscita en toda España el resultado electoral del 1-M -confirmadas por el recuento final del voto por correo- exigen que los líderes políticos sepan estar a la altura de su responsabilidad. Tanto a nivel nacional como autonómico el PP ha dejado muy clara su disposición a favorecer la investidura de Patxi López como lendakari, un hito histórico que sin embargo no constituye un fin en sí mismo sino el comienzo de una nueva forma de hacer política. No se trata solo de cambiar los nombres, sino, sobre todo, de dar contenido real a un proyecto de sociedad abierta y de plena integración en el sistema constitucional que establezca las bases para la derrota definitiva del terrorismo. El PP no debe, por tanto, ofrecer un cheque en blanco sino pactar con el PSE un conjunto de medidas concretas para hacer realidad una esperanza colectiva que nadie tiene derecho a defraudar. No sirve por ello prolongar el nacionalismo bajo formas menos agresivas ni sustituir el plan Ibarretxe por un sucedáneo igualmente peligroso para el modelo constitucional, aunque guarde mejor las apariencias. Corresponde a los políticos determinar cómo se traduce este pacto de Gobierno, si bien es lógico que los populares aspiren a puestos de máxima responsabilidad -por ejemplo, en el Parlamento vasco- como reflejo de la solidez del acuerdo para la investidura.

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