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Hermann Tertsch

Honor y malentendidos

Es terrible la impresión de que el Gobierno teme más la ley que los golpistas

Hermann Tertsch

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El ministro de Su Majestad británica Duff Cooper dimitía el 3 de octubre de 1938 en sesión del Parlamento de Westminster porque no podía soportar la vergüenza de compartir gabinete con un Neville Chamberlain que acababa de entregar una parte de Checoslovaquia, los ... Sudetes, a Hitler . Dijo Duff Cooper que, seguro como estaba de que las cesiones no apaciguarían a Hitler sino que acercarían aun más la guerra, él al menos quería salvar el único bien que apreciaba, que era poder andar con la cabeza alta. Sin malentendidos. Algunos aplaudieron a Duff Cooper su gallardía pero la mayoría la consideró una extravagancia más propia de Winston Churchill . Marginado y ridiculizado como agorero, belicista y extremista, Churchill ahogaba sus penas en su casa de Chartwell en las afueras de Londres. El 1 de octubre lo pasó con el joven periodista Guy Burgess –que pasaría a la historia como uno de los cinco espías de Cambridge–. Los dos sabían que no cumplir la ley era la muerte para la paz. Cumplir la ley era respetar y defender las fronteras de Checoslovaquia. El triunfante Chamberlain ya había pisado suelo británico y lanzado aquel lema que pronto sería sórdido sarcasmo de «tendremos paz mientras vivamos». Churchill y Burguess entendían que ninguna concesión evitaba la siguiente. Que el apaciguamiento solo elevaba el coste de la guerra. Que con los Sudetes, Londres había entregado a Hitler un pedazo de tierra propia. La guerra estaba servida.

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