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El hombre que escribe

En los tristes trópicos, el caudillo nambikwara se sentaba horas enteras frente al joven forastero, pálido y larguirucho, que empleaba la mayor parte de su ocioso tiempo en trazar líneas y dibujos sobre un cuaderno abierto. El joven extranjero había llegado hacía ya un buen ... tiempo, acompañado por otro par de tipos con los que compartía palidez y lengua extraña. Era educado y amable; lo eran también sus compañeros. Los nambikwara son -eran- gentes hospitalarias y afables. Los aceptaron. Aunque sus extraños modos de perder el tiempo no podían sino resultarles carentes de la menor lógica o sentido. Y aquel, el larguirucho, se paraba cada dos pasos para hacer aquellas rayas sobre un objeto que sacaba del bolsillo.

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