Reconstrucción

«Tenemos que pensar en la reconstrucción, pero también en nuestro estilo de vida y en lo que es realmente importante. Tenemos que pensar en una nueva sociedad libre, más equilibrada»

En todas las épocas se han vivido momentos difíciles: guerras, pandemias, carestías, eventos catastróficos... momentos en los que incluso se han acabado civilizaciones. El ser humano ha sabido levantarse y reconstruir su vida , su casa, el entorno; y lo ha hecho cada vez mejorando su estado y sus perspectivas.

Al ser humano no le hace falta coraje, fuerza o resiliencia, no le hace falta ideas para resurgir más fuerte que nunca. El cerebro humano, si puede, es perezoso e intenta ahorrar esfuerzos inútiles, pero pierde esta característica y está muy preparado cuando los momentos lo requieren.

Me refiero a las emergencias, al peligro, a las dificultades o cuando existe un problema de supervivencia personal. El comportamiento perezoso de nuestro cerebro cuando todo va bien no impide al ser humano avanzar , pero los avances normalmente proceden de la inercia. La tendencia es conservar lo conseguido con pequeñas mejoras, ya que las novedades significan salir de la zona de confort y se consideran una incertidumbre a evitar.

La mayoría de las veces reaccionamos, y es el caso de la crisis del 2008, de la actual emergencia mundial o de los efectos devastadores del cambio climático. Lo hacemos cuando empezamos a ver que lo estamos perdiendo todo.

Esta clave nos dice algo positivo: también saldremos de esta dramática situación. La historia ha demostrado que sabemos salir de las dificultades. Tenemos, por tanto, que ser optimistas, mirar al futuro con positivismo. Pero tendríamos, también, que aprender de la historia y preocuparnos antes de los problemas, prevenirlos , porque cuando explotan puede ser demasiado tarde y con elevados costes para la humanidad. Lo que digo es de sentido común, pero la historia del ser humano, como decía Giambattista Vico, demuestra que se repite puntualmente también en los errores... o en los horrores.

Esto ocurre, probablemente, por motivos ligados a la memoria y a las generaciones. La memoria porque, normalmente, se centra más en el recuerdo de las cosas buenas y tiene la tendencia a alejar o olvidar las malas; las generaciones porque es diferente haber vivido una mala experiencia respecto a no haberla vivida.

Hoy tenemos una grandísima oportunidad para revertir estos continuos errores que la raza humana sigue repitiendo desde el inicio de los tiempos.

Nosotros, todos, de todas las edades, estamos viviendo esta increíble dificultad sobre nuestra piel. No tenemos un problema de memoria, lo estamos viviendo ahora.

Muchos lo están sufriendo de manera muy dolorosa, y es este sufrimiento, esta terrible situación, la que tenemos que convertir en una oportunidad. Tenemos que aprovechar nuestra probada capacidad de reacción . Y lo haremos, estoy seguro, con grandes sacrificios, pero con éxito.

Ahora también es cuando tenemos que aprender a protegernos por el futuro. Tenemos que pensar en la reconstrucción, pero también en nuestro estilo de vida y en lo que es realmente importante. Tenemos que pensar en una nueva sociedad libre, más equilibrada. Pensar en una sociedad en la que cada uno tenga la posibilidad de dar el máximo de sí mismo, con satisfacción y reconocimiento, pero donde esta libertad de actuar sea compatible con el objetivo de contribuir a un entorno mejor para todos. Una sociedad que sepa ofrecer oportunidades a todos y, al mismo tiempo, apoye y comparta un civismo que genere el bien común. Una sociedad que crea en los valores y que los comparta entre políticos, empresarios y personas. Por ejemplo, el más básico y el más potente: el valor del respeto.

El respeto para todo, el respeto de uno mismo, de las otras personas y de nuestro entorno. El valor del respeto mejoraría a la política, a las empresas, a nuestro planeta.

Repensemos, entonces, la política, para que genere políticos más preparados y más responsables, políticos que custodien nuestra mayor conquista, es decir, el irrenunciable respeto de la libertad, de la democracia y de la convivencia .

Repensemos las empresas, para que tengan todas entre sus objetivos el ser socialmente responsables y sostenibles. Repensemos nuestra actitud personal, para que se inspire en el valor del respeto y para que nos permita dejar un rastro positivo en nuestra sociedad. Políticos, empresarios, todos, tenemos que reconstruir, repensar o encontrar nuestro «propósito» .

Un buen propósito que sume, que sea digno de nuestra inteligencia y, por una vez, nos haga prevenir y no curar. Un buen propósito colectivo que nos genere un mundo mejor, un nuevo y (más) duradero renacimiento.

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