Existe una vía diferente de progreso
La pandemia es una oportunidad para el avance de los seres humanos
La reflexión nace del terrible momento que estamos viviendo. En los últimos 70 años los progresos económicos, culturales y científicos han sido sorprendentes, haciendo pensar al ser humano el poder alcanzar cualquier objetivo.
La verdad es que hemos alcanzado lo que parecía imposible. Hemos llegado ... a la luna, estamos preparando aterrizajes humanos en Marte y la tecnología nos ha conectado en tiempo real, independientemente de nuestra localización, reduciendo el espacio-tiempo en décimas de segundos.
Hemos avanzado en la capacidad de procesar infinidades de informaciones, de aplicar la inteligencia artificial para imaginar, para prever o dibujar escenarios, cualquier sector puede aprovecharse de las herramientas tecnológicas e inteligentes para mejorar sus performances, sin confines.
Hemos creado un amplísimo sistema de servicios globales. En el ámbito sanitario, la ciencia ha progresado muchísimo y la biotecnología ha empezado a desvelar algunos misterios de la naturaleza y de la vida y a activar prácticas de medicinas y curas impensables.
La vida se ha largado mucho y, últimamente, se habla de la posibilidad de rebasar lo cien años y, también, de que la ciencia y la tecnología podrían hacernos inmortales.
El sueño humano es sobrevivir a sí mismo, buscar el placer y el bienestar, engañar a la muerte apostando por la inmortalidad, sino física, la del recuerdo. Nunca se ha renunciado a la idea de llegar al control de la naturaleza y a una inmortalidad real.
Este sueño es el sueño que ha hecho que la humanidad avanzase, pero es un sueño que a veces hemos pagado muy caro, porque siempre existe un coste-beneficio. Lo que pasa es que, este sueño, esta carrera, esta búsqueda continua de mejora y de prevalecer sobre la naturaleza, nos ha engañado.
La naturaleza nos ha sorprendido y sigue sorprendiéndonos. Las fuerzas de la naturaleza son inconmensurables y, la mayoría de la veces, imprevisibles. Todo los avances económicos ligados al bienestar han sido a costa de la naturaleza y esta empieza a devolvernos este coste.
El clima extremo e incontrolable tiene cada día más un enorme precio humano y económico. El ejemplo de la dramática pandemia del Covid-19 es otro coste que nos devuelve la naturaleza por haber reducido su espacio, por tanta pobreza en algunas zonas del mundo y por la escasa higiene que han generado procesos de transmisión de enfermedades desconocidas, descontroladas y mortales.
Con esta pandemia nuestra vida diaria ha cambiado, las economías se han roto, la pobreza se ha multiplicado, lo que no valorábamos antes, ahora los deseamos. El cuadro actual en el que vivimos es el de un preocupante cambio climático y el de una evolución del planeta que podría derivar en transformaciones incontrolables, como el de la pandemia en curso de una difusa incertidumbre sobre su final o sobre la posibilidad de que lleguen otras.
Este cuadro, que seguramente no es tranquilizador, ¿significa que ya está todo perdido y que ha empezado una fase descendente de la civilización humana? No lo creo en absoluto; creo que esta complicada situación puede transformarse en la oportunidad de un nuevo progreso, un progreso más sostenible del género humano.
Todo lo que hemos hecho y hacemos, gracias a los avances científicos y tecnológicos lo podemos hacer de manera diferente y respetando la naturaleza.
Este es el objetivo número uno que debe tener el ser humano para relanzar su camino de progreso. La economía circular no es un eslogan, es una filosofía, una filosofía de vida realmente posible.
Se basa en el desarrollo sostenible utilizando tres «r»: reducir, rehusar y reciclar. Un nuevo funcionamiento de la economía puede ser fuente de nuevas riqueza y de nuevas oportunidades de trabajos sostenibles en el tiempo y es totalmente inclusivo. Incluye a todos: negocios grandes y pequeños, organizaciones e individuos, público y privado, lo global y lo local.
Para que crezca y se difunda esta nueva manera de hacer economía necesitamos promover un pacto entre países y sociedades para que todos hagamos nuestra parte. Tenemos el deber de pensar a las generaciones futuras: en nuestros hijos, nietos, en los que vendrán.
No sé si alguna vez será posible conseguir la inmortalidad física individual, pero sí que podemos trabajar todos juntos para la inmortalidad de la raza humana.
Sabemos que la naturaleza ya en el pasado eliminó parte de la vida del planeta. No cabe duda que tiene la fuerza para repetirse y, aunque el nivel de previsibilidad de las catástrofes hoy es alto, no es absoluto. Lo único que podemos hacer es no ser coautores de estas nefastas posibilidades. Tenemos que entenderlo, aceptarlo, aprender y actuar pronto. La vía del progreso debe ser diferente. Y existe.