El genio transparente
Peculiarísimo personaje; actor febril y de vuelo corto; inesperado, brillante y minucioso director, Jacinto Molina ha sido un satélite con luz propia, una extrañeza, una perplejidad, dentro del previsible e imprevisible cine español.
Mientras que aquí era una transparencia, el resto del mundo lo veneraba ... y lo ha considerado algo así como una Hammer española (él era al mismo tiempo el Fisher, el Cushing y el Christopher Lee de su «hammer») o como un Roger Corman con más descaro. Este enorme reconocimiento exterior unido a su invisibilidad en el ombligo del cine español le hacía aparentar presunción o insolencia cuando aludía a los incontables homenajes, ciclos y laureles que se le dedicaban desde Nueva York a Tokio. Pero, sobre esa pose aparentemente vanidosa descansaba en realidad una persona con la sencillez suficiente como para decir en el último capítulo de su recién servida biografía -«Cuando las luces se apagan»- que su aportación a la historia de nuestro cine puede que haya sido pequeña... pero existe.
A la vista de los vampiros del siglo XXI y los hombres-lobo que vienen, se entiende y hasta se celebra que él se haya ido. Por ahora.
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