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Cambio de guardia

Tan suicidas, tan sentimentales…

No, no es que no nos amemos. Es que nos odiamos. A nosotros mismos

Gabriel Albiac

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Recordaba la fórmula por haberla leído en mi lejana adolescencia. Pero me ha sido preciso encerrarme un par de horas con mi vieja edición de 1941, en su un poco enmohecido papel biblia, de los «Episodios Nacionales» para hallarla. Galdós está narrando las trapisondas, entre ... obscenas y tristes, del Madrid de la Corte de Carlos IV. Y es su Gabriel de Araceli quien, en el capítulo XX, pronuncia esta sentencia, a modo de consuelo para su Inesilla en trance de ver morir a su madre: «La experiencia es una llama que no alumbra sino quemando». Y torpe sería lamentarnos de esa quemadura, que es, en lo más hondo, la vida misma. Y aún más torpe, padecer su escozor sin aprender nada de ella. Tal es el vicio que Galdós reprocha a su España del siglo XIX. Tal es el que hoy nos sigue atenazando.

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