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Flatulencias

Imaginemos a un preso cubano quejándose de que la carne le llega muy hecha

David Gistau

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En la sociedad en la que emulsionó Ferrán Adriá, cuyos popes intelectuales se niegan a comer pochas y en general de cuchara porque lo consideran una afrenta a la civilización, las penalidades gastronómicas de Rull y Turull —«De Profundis»— tienen que haber supuesto una auténtica ... conmoción. Hamburguesas demasiado hechas, cocidos flatulentos... No esperábamos torturas semejantes en las sentinas del franquismo. Con pavor, albergamos la sospecha de que el vino puede haberles llegado a la mesa con la temperatura inadecuada. Esto termina en La Haya con la confirmación del cliché folclórico de la España fascista. Tenían razón: el Estado estaba dispuesto a hacerles cualquier cosa.

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