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Hermann Tertsch

Fernando Altuna

Se ha hecho todo por lograr que la sociedad olvide a las víctimas

Hermann Tertsch

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España puede doler por muchas razones. Por sus inmensas posibilidades para ser tanto mejor de lo que es, una y otra vez desperdiciadas. Por su pasada grandeza ignorada, su capacidad y talento despreciados, por lo que podría ser fácil y amable y es imposible, áspero ... y agrio. Por todo lo bueno que hay en las gentes a las que se destruye buena disposición y tantas veces la buena fe, se mata la creatividad y agota la ilusión y el entusiasmo. Pero lo peor es el desamor. Esa frialdad e indiferencia que ha ayudado ahora al terrorismo a cobrarse una víctima más. Tiene razón Santiago González cuando dice que Fernando Altuna es la víctima 859 de ETA. Hay una forma muy nuestra de indiferencia ante el dolor ajeno. Radical, seca, abisma, cruel. Muy propia de la sociedad española, que es mucho más homogénea que otras. Todo esto, pero especialmente la crueldad de esa indiferencia, que tanto hizo sufrir a este hombre bueno y sensible, me vino a la cabeza cuando recibí la nefasta noticia por la llamada de un amigo común, Salvador Ulayar, hijo también de un asesinado por ETA. Otro huérfano por la voluntad caprichosa de unos españoles que un día decidieron que les convenía que muriera alguien. Así murieron muchos cientos de padres, hermanos e hijos.

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