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Estudiando historia

Lo mismo se apropian culturalmente de la ropa de las mujeres que de Manuel Azaña o Antonio Machado

Rosa Belmonte

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Malditos hombres, vistiéndose de mujeres en los Oscar, haciendo apropiación cultural. Estará Jerry Seinfeld como uno de esos emoticonos pensativos. Su explicación de los esmóquines está en la cabeza de las mujeres: ya que todos los hombres son iguales, por qué no vestirlos a todos ... igual. Y van y se rebelan. Ese Tommy Hilfiger como los payasos de Micolor. Ese Billy Porter, de «Pose», vistiéndose como Hector Xtravanganza. Con una falda donde podría vivir el reparto de «Roma». O Nicholas Hourt con la chaqueta drapeada de Dior (claro que en «La favorita» va más atildado y femenino). O Jason Momoa de rosa. Bah, ese hombretón se puede vestir de rosa. ¿Se acuerdan de cuando las mujeres se cabrearon por el hecho de que les preguntaran por el vestido en las alfombras rojas? Cuando Cate Blanchett se convirtió en adalid del cascarrabismo indumentario. El día que vayáis en pijama, como Isabel Coixet propuso en los Goya, hablamos de si puedo hablar de tu vestido. Escapando de esa histeria, Robin Wright razonó que si no les preguntaban a los hombres era porque todos iban igual. «A nosotras nos paran porque llevamos una pieza de un diseñador. Estás aquí para vender. Te hacen un favor y tú se lo hace dándoles publicidad». Por lo menos que no vengan con el «Ask Him More» (equivalente del pretendido «Ask Her More»).

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