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Enfoque

España se negocia en una cárcel

Sánchez elige a la ultraizquierda

Manuel Marín

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Las seis imágenes que España ha ofrecido al mundo en las últimas horas resultan indiciarias del ciclo político que se avecina con un Gobierno cuya receta es la radicalidad ideológica y el populismo extremista. La primera es la del abrazo que se dieron Pedro Sánchez ... y Pablo Iglesias simulando no ser dos dirigentes políticos que quieren destruirse mutuamente. La segunda fue la de las dos fronteras españolas con Francia cortadas por separatistas con la anuencia imprescindible de la Generalitat para causar disturbios y hacer el mayor daño posible. La tercera, simultánea en el tiempo, fue el desprecio que ambos dispensaron al Rey al anunciar su acuerdo mientras estaba de viaje oficial en Cuba y era forzado a fotografiarse con la imagen tardocomunista del Che Guevara como anfitrión. La cuarta es el Parlamento catalán declarándose en rebeldía frente al TC y votando una iniciativa favorable a la secesión. Y la quinta, la de la mendicante actitud del PSOE hacia un «preso político», según Iglesias, y un delincuente, según el Tribunal Supremo, como es Oriol Junqueras, de quien hoy depende sustancialmente la gobernabilidad de España. Remata tan inquietante collage, el narco-general chavista, exjefe de la Inteligencia bolivariana, que se escapa antes de ser extraditado a Estados Unidos.

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