¿Elvis en Marte?
«No nos dejemos engañar por la apariencia estrafalaria de su carrera. Boris Johnson es un tipo instruido, inteligente y con una prosa digna»
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Iniciar sesión«La posibilidad de que yo sea primer ministro es tan buena como la de encontrar a Elvis en Marte», dijo alguna vez el rimbombante Boris Johnson, que está a punto de… encontrar a Elvis en Marte: tras ganar cinco votaciones entre los parlamentarios del ... Partido Conservador británico por la jefatura tory, competirá con Jeremy Hunt, ministro de Asuntos Exteriores, por el favor de 160.000 afiliados, última valla antes de ingresar a Downing Street.
No es un dignatario conservador lo que viene a la mente si uno se detiene en su pinta estrambótica, sus adulterios rocambolescos (lo persiguen con la pregunta: ¿sabe usted cuántos hijos tiene?), sus metidas de pata xenófobas (llamó a Obama «el presidente en parte keniano»), sus embustes políticos (aseguró que acababa de votar en unos comicios locales en los que no participaba Londres, su ciudad), sus fake news euroescépticas (afirmó que Europa estaba obligando a su país a usar féretros uniformizados) y sus acrobacias olímpicas (quedó colgado de una tirolina cuando el cable se le atascó durante una demostración en plenos Juegos Olímpicos). Los tories de antaño fornicaban con dignidad, mentían con formas y un cognac en la mano y preferían el funambulismo intelectual al físico (con notables excepciones, como Churchill, que mentía a los nazis pero no a su pueblo, y Margaret Thatcher, que se cargó al establishment tory abriendo su partido a clases medias emprendedoras que bebían pintas y aún delataban el acento cockney de sus padres o su juventud).
Pero no nos dejemos engañar por la apariencia estrafalaria de su carrera. Boris Johnson es un tipo instruido, inteligente, con una prosa digna (su libro sobre Churchill no está nada mal), que, en lugar de emplear sus dotes comunicadoras, chispa popular y familiaridad con el mundo de las ideas en renovar al Partido Conservador y acabar con la amenaza de un Partido Laborista que con Jeremy Corbyn ha regresado al setentismo ideológico más rancio, se ha empeñado en sacar al Reino Unido de Europa, con o sin un acuerdo, en octubre.
Encabeza las primarias porque resulta el más creíble de los euroescépticos «duros», aquel de quien se piensa que no tendrá empacho en provocar los estropicios necesarios para poder decir: yo liberé al Reino Unido de Europa. En lugar de emplear su carisma en romper el nudo gordiano que estrangula al país negociando con Europa una fórmula como la de Noruega, Suiza o incluso Canadá, quiere ir hasta las últimas consecuencias, al riesgo de dividir otra vez Irlanda y resucitar los viejos y traumáticos enconos.
Hay quienes dicen, en Londres, que, como lo ha hecho antes, Johnson dará un giro copernicano cuando gane y hará lo contrario de lo prometido, negociando con Europa algo que se parecerá mucho a lo que Theresa May proponía y el Parlamento rechazó. No es imposible que lo intente -tratando de lograr el apoyo de su partido con la amenaza de convocar elecciones anticipadas- porque Johnson, como todo populista, tiene más intuiciones que convicciones. Pero él sabe que no lograría una mayoría parlamentaria para un acuerdo con Europa porque los unionistas nunca votarán a favor y los laboristas son cada vez más antieuropeos. Por tanto, no tendrá más remedio, para salvar su cargo o ganar las elecciones si se ve obligado a convocarlas anticipadamente, que ir a un Brexit «duro»: ese es el mandato preciso que está exigiendo.
Si la idea que tiene el Partido Conservador de lo que es un gobierno exitoso es que sea turbulento en lugar de reformista y liberal, no hay duda alguna: Boris es el hombre.
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