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Editorial

Lecciones desde Francia

La decisión de Macron de vetar el lenguaje ‘inclusivo’ en la escuela -el absurdo ‘todos’, ‘todas’ y hasta ‘todes’- evita obstáculos en el aprendizaje y pone freno a imposición del ideario progre

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El Gobierno francés ha decidido prohibir el uso del denominado lenguaje inclusivo en los colegios, porque entiende que dificulta el aprendizaje de lectura y escritura de los menores. La reiteración del femenino y el masculino se ha valorado como un obstáculo innecesario para la comprensión ... de los textos. Y sin comprensión lectora no hay educación digna de tal nombre. Algo tan obvio no debería causar polémica. Se trata de una decisión políticamente aséptica, porque busca el beneficio educativo de los jóvenes franceses, pero socialmente audaz, porque constituye un contrapunto significativo a la tiránica corrección política que se está imponiendo en el uso de las palabras y, por tanto, de los conceptos. La rectificación de hábitos o tendencias discriminatorias con la mujer está asumida en la agenda política de las sociedades occidentales y es, ante todo, una cuestión de justicia y dignidad. Sin embargo, este no es el debate al que invita el lenguaje inclusivo, sino el de la imposición de un discurso de sesgo ideológico que actúa de avanzadilla de un modelo social intervenido. El BOE parece en ocasiones el guion de una parodia sobre el lenguaje inclusivo cuya generalización no parece tener efecto alguno, porque los mismos que lo promueven no dejan de alertar sobre el incremento del machismo. Pero lejos de revisar la utilidad de esta tortura del lenguaje, algunos prescriptores del lenguaje inclusivo le dan una vuelta de tuerca con el uso del ‘todes’, ‘vosotres’ y ocurrencias similares.

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