No son periodismo

Europa acierta al poner límites a la propaganda de Putin

Oirán ahora no pocos lamentos por las medidas que Europa toma para que por fin la propaganda rusa se quite el disfraz de prensa libre. A golpe de chequera, el Kremlin ha creado una red que emplea a miles de reporteros y analistas que fingen ... comportarse como el resto de la profesión, cuando han estado una década preparando el terreno para la agresión a Europa. Algunos llevamos años alertando de que Rusia ha aprovechando la generalización de internet para reventar la gobernanza de Occidente, con una campaña de injerencia asentada en sus medios de propaganda. Los inicios de esa estrategia están en 2011, año de legislativas en Rusia. El partido de Putin se impuso, pero la prensa occidental publicó sospechas de fraude. Hubo masivas protestas organizadas en redes sociales y duramente reprimidas. Corrían vientos de Primavera Árabe, y Putin miraba a Libia y Egipto.

El dictador aprendió la lección: en las redes había poder para resistir en casa y molestar fuera. Así transformó el entramado de medios del Kremlin, que hasta entonces era casi sensato, en una gran maquinaria de propaganda. El objetivo era que RT, Sputnik y sus primos, en decenas de idiomas, publicaran noticias de todo tipo que fueran tratadas por Google, Facebook y Twitter como si fueran medios públicos normales. Luego, perfiles falsos -‘bots’, ‘trolls’- se encargarían de amplificar esas noticias en todo el mundo.

Así penetró Rusia en el Brexit, las elecciones de EE.UU. de 2016 o el pulso independentista catalán. Si dudan, piensen en titulares de la época como «Tanques en las calles de Barcelona: España y Cataluña al borde de un desenlace violento», o «Cataluña: Franco el dictador ha regresado victorioso». No son periodismo. Son enlaces creados para agravar crisis, para generar suspicacias en países democráticos como España hacia un orden liberal retratado como decadente.

Es un hecho que los periodistas administramos un derecho que no nos pertenece: el de una sociedad a estar bien informada y tomar así decisiones sobre su propio gobierno. Imaginen que España tuviera que tomar decisiones si creyera de verdad en los titulares que les acabo de reproducir, es decir, si fuera el dictador ruso quien administrara por nosotros ese derecho.

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