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Conversación contra Primo Levi

| LA TERCERA DE ABC |

... Tememos por Israel y tememos por la suerte de los judíos -sean o no israelíes- porque nos inquieta la debilidad de la libertad...

HUBO un tiempo en que, al concluir la obra, caía el telón y en sincronía con ... el descenso del cortinaje el público irrumpía en aplausos más o menos enfervorizados. Ahora, por lo general, cuando termina la función teatral las luces del escenario se apagan y, a veces, suena una musiquilla que se comporta a modo de epílogo. Median así unos segundos -apenas un par- en los que el espectador tiene un tiempo para pensarse si aplaude la representación -en general siempre lo hace- y, especialmente, para calcular el énfasis con el que debe hacerlo. Por mi afición al género y mi muy acendrada convicción de que el teatro es un trasunto de la vida, lo sea con piezas imperecederas que transitan por las décadas con una hermosura juvenil o con otras más contingentes pero aleccionadoras, siempre he aplaudido al concluir la obra, incluso cuando ésta, por libreto o por interpretación, resultase frustrada en su propósito. El esfuerzo del actor sobre las tablas y su entrega cuando el patio de butacas padece de espacios con alopecia de público, me conmueven tanto que regatear la gratificación me resulta demasiado mezquino aunque lo que allí se haya escenificado no pase de constituir un bodrio. Esta solidaridad del público de teatro con el género -a diferencia de lo que ocurre con los melómanos o los taurinos- no se debe a otra cosa que a una permanente sensación agónica sobre el mismo género teatral que con tanta inmisericordia es tratado pese a sus muchos méritos y esfuerzos.

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