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La constelación

Desde la feliz confluencia de Washington, Franklin y Jefferson no se veía una pléyade como la nomenclatura nacionalista

Ignacio Camacho

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Durante mucho tiempo las élites catalanas han presumido, en su complaciente narcisismo, de tener en el Principado una clase dirigente más moderna, cosmopolita y refinada que la nacional, a la que consideraban –no sin razón– dominada por el trazo grueso, la zafiedad intelectual y el ... ceño fruncido. El régimen autonómico, tan diferencialista, habría creado en Cataluña una política sutil, ática, compleja, de corte italianizante, atenta a los matices, el diálogo y el pluralismo. Basta echar un vistazo a la nomenclatura actual para comprobar el acierto de ese diagnóstico supremacista que en su engreimiento ha ignorado la evidencia de un sistema autodestruido. Colau , Puigdemont y Junqueras representan hoy lo más escogido de esa aristocracia ejemplar que desde la feliz confluencia de Washington, Franklin y Jefferson es la mayor concentración de talento cívico que el mundo ha visto. Y detrás de ellos figura una pléyade de admirables lumbreras cuyo fulgor ilumina las candidaturas del nacionalismo. Los Rull, Turull, Romeva, Forcadell, Rovira o los Jordis representan tal acumulación de virtudes públicas que el autoritario Estado español los ha procesado o encarcelado para evitar la sonrojante comparación con su hosco rastrojal político.

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