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Coles de Bruselas

Ayer se acostaría feliz el niño Carlitos Puigdemont. Sus amiguitos han ido a verle al colegio en el que está castigado por sacar malas notas. O por ser malo malo malasombra

Independentistas apoyan a Puigdemont en Bruselas AFP
Carlos Herrera

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Ayer se acostaría feliz el niño Carlitos Puigdemont. Sus amiguitos han ido a verle al colegio en el que está castigado por sacar malas notas. O por ser malo malo malasombra. Ciertamente reconforta cuando se acuerdan de ti, cuando un puñado de fanáticos como tú ... pide un día de fiesta –ayer era laborable– y tira de su bolsillo para cruzar Europa e ir a escenificar una de esas performances que llevan tantas veces ensayadas. Y van alegres como chiquillos expresando «festivamente» ser «un sol poble» y reivindicando que la UE medie entre Cataluña y «El Estat» no se sabe bien cómo ni para qué, porque al fin y al cabo lo que importa es el eslogan y es el que le han dado a la masa feliz. Hicieron lo que saben hacer, elevar hacia el aire ese inmenso globo cursi e infantil al que viven agarrados, autoconvencerse de que han vuelto a impresionar a Europa y darse codazos de satisfacción por el acojono que habrán causado a «Madrit». Y no saben, y a este paso ya no lo sabrán nunca, que Europa no quiere saber nada de este asunto (Junker ni se molestó en negarles audiencia) y que el gobierno tiene en su mano un artículo sencillo pero demoledor con el que les han puesto en fuera de juego y les pueden volver a poner en cuanto se tercie.

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