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Antonio Burgos

Charlotada Cervantina

Antonio Burgos

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Creía que con esta campaña contra la Fiesta, contra la presencia de niños en las plazas y con la prohibición de las corridas como símbolo de España habían desaparecido totalmente los festejos que solían cerrar las ferias, anunciados como «espectáculo cómico-taurino-musical» y conocidos ... como charlotadas. Charlotadas para solaz infantil. Con enanitos toreros, El Bombero y su Botones y la banda de El Empastre, gloria del toreo bufo de Rafael Dutrús «Llapisera», que tanta técnica e inspiración en la repentización ante los erales tenía que cuentan que en sus lances se inspiró Manuel Jiménez para inventar su chicuelina. Pero mire por dónde, el otro día resucitó la charlotada. Como hay corridas goyescas, y picassianas, y pinzonianas, algún genio del Congreso acarteló en sus escaños y en su tribuna la Charlotada Cervantina, como el más chuflesco y chusco modo de celebrar el 400 aniversario del Príncipe de los Ingenios. ¿Se imaginan que en la Cámara de los Comunes, o en la de los Lores, hubiesen los ingleses convocado una sesión bufonesca para conmemorar el 400 aniversario de Shakespeare, sacando a un actor en atuendo de época con una calavera, diciendo ante ella mamarrachadas hamletianas dirigidas a sus señorías? Pues eso ha ocurrido aquí. Donde con todo impudor les han puesto unas gafas como de Harold Lloyd a los broncíneos leones de las Cortes. Que como se enteren que fueron fundidos en Sevilla con los cañones tomados al enemigo de la morisma, los vuelven a «fundir de nuevo, como funden las campanas», que diríamos con verso de los Álvarez Quintero.

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